segunda-feira, 1 de novembro de 2010

Nicaragua - Al borde del desastre

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega.
Aprovechando el rabo de paja que tiene la Iglesia Católica en el mundo, los sandinistas gobernantes, vistos como traidores por muchos, han desempolvado supuestos escándalos sexuales de curas locales para descalificar las críticas de los obispos a la situación del país.


La Iglesia está generando opinión con el fin de abrir los ojos al pueblo engañado por Daniel Ortega y sus cómplices, quienes, a través de un golpe de estado perpetrado mediante la manipulación de las leyes y la explotación de los flancos débiles de la democracia, están poniendo los mimbres para su perpetuación en el poder.

El sandinismo ha urdido su plan con paciencia pero con descaro, violando la constitución y atropellando a los opositores. Arrancó en los comicios locales de 2008, donde, según la oposición, hubo "fraude masivo" en más de 40 de los 153 municipios. Luego, en enero de 2010, vino el Decretazo, por medio del cual el gobierno destituyó alcaldes y funcionarios municipales y prorrogó el de magistrados del Consejo Electoral y la Corte Suprema de Justicia. Así las cosas, el gobierno ya controla las instituciones clave para organizar y fiscalizar los comicios nacionales de noviembre de 2011.

La decisión debió tomarse en la Asamblea Nacional con una mayoría cualificada del 60%, pero cuando los opositores se reunieron para vetarla, simpatizantes del gobierno bloquearon el acceso a la cámara; después atacaron el hotel donde intentaron sesionar los derrocados.

En septiembre, la Corte Suprema embolsillada por Ortega dio vía libre, con un polémico fallo, a que el presidente busque la reelección el próximo año. Para rematar, esta semana Roberto Rivas, presidente del Consejo Supremo Electoral, convocó las elecciones.

Estrategias parecidas de controlar las instituciones con el propósito de no bajarse del sillón presidencial han sido empleadas por otros, como Hugo Chávez, el inventor de la revolución bolivariana, quien ejerce un dominio hipnotizador sobre sus seguidores, a los que no deja de prometer petrodólares.

Ante las abominaciones jurídicas y constitucionales que se han cometido en el país, los obispos nicaragüenses, a través de la Conferencia Episcopal, han puesto el grito en el cielo y denunciado que Rivas debe irse y no ser reelecto como magistrado, porque no tiene credibilidad. En otras palabras: no es digno de la confianza del pueblo.

En respuesta, Rivas recordó un viejo caso de pederastia de un cura. Si bien esto no debe ser olvidado, aquél escogió el momento equivocado para debatirlo.

En esta batalla para salvar a Nicaragua, los obispos se enfrentan con gente ambiciosa a la que nada importa el bienestar público. Daniel Ortega, un gobernante impopular, está llevando el país hacia una confrontación que podría provocar el derramamiento de sangre inocente.

Mientras esto ocurre, el silencio cunde entre los vecinos de Nicaragua y en el resto del mundo; como si lo que estuviera pasando en el país centroamericano fueran hechos ajenos que no perjudicaran el destino y la estabilidad de la región. Pero lo cierto, lo dramático es que Nicaragua está al borde del desastre.

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