domingo, 7 de novembro de 2010

Tú a Boston y yo a California

Puesto a evitar encontrarse con el Papa hasta el último segundo de la visita de este a España, Zapatero se ha marchado este fin de semana al lugar del mundo más alejado de Santiago y Barcelona donde se nos ha perdido algo: Afganistán. Una coartada que le permite competir en minutos de telediario con Benedicto XVI para mostrar su imagen realizando un gesto casi tan de derechas para lo que según su criterio es de derechas como asistir a misa: pasar revista a nuestras tropas.

Lo de visitar a los soldados españoles tan alejados de la Patria cuenta con infinitas ventajas para el presidente del Gobierno: la primera, la de tener la seguridad de que allí puede mezclarse con gente delante de fotógrafos y cámaras sin que la gente le abuchee. La disciplina militar impide a la tropa hacer otra cosa ante él que no sea desfilar o cuadrarse. Y los afganos, que de acercarse a su persona no se limitarían a pitarle, son mantenidos a distancia de cualquier líder occidental que pasa por allí a base de barricadas protegidas por metralletas.

De haber acompañado al Papa este fin de semana, Zapatero se habría encontrado incómodo como un pez fuera del agua, sujeto a alguna pitada al entrar o salir de algún acto y señalado como sujeto involuntariamente receptor de las palabras del Pontífice. Aparte de que hubiera sido imposible controlar alguna muestra de descontento popular, el presidente no habría podido escapar a las miradas dirigidas hacia él cada vez que Benedicto XVI se refiriera al desafío al laicismo, el respeto al derecho sagrado a la vida, la protección a la familia. Mensajes envueltos en la suave manera de la Iglesia de decir verdades como puños que hasta el más tonto interpreta como una crítica al derecho al aborto, el matrimonio homosexual y la prohibición de que militares acompañen a las procesiones aprobados por el Gobierno actual.

Lo que Benedicto XVI ha venido a decir a España es tan contrario a lo que Zapatero piensa, dice y hace que no es de extrañar que el presidente haya puesto dos continentes y varios océanos de por medio. Antes de escuchar alabanzas a nuestro patrimonio de valores humanos y espirituales, al pasado evangelizador de España en el mundo, a las raíces cristianas de Europa, ha preferido, por su propio bien y para desgracia nuestra, hacer lo que ha hecho: salir corriendo.

Curri Valenzuela

www.abc.es

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