Bibiana Aído llegó a la legalización del asesinato masivo desde el flamenco. Es como alcanzar el Ministerio de Fomento a través de la jota, la muñeira o el chotis. Y se nota. Cuando habla mantiene una sonora pugna con el idioma, que siempre termina por caer derrotado. Y ha establecido por primera vez en la historia de la humanidad la línea que separa al feto del ser humano. Esa línea que antes de ser traspasada por el niño indefenso concede a su madre el derecho de acabar con su vida. No se ha extendido doña Bibiana al respecto, cuando tamaña osadía precisaría de una tesis magistral que esperamos con urgencia, y que podría denominarse «Teoría de la Trituradora».
En el flamenco, que es de lo que doña Bibiana sabe algo, existen tramos bailados, cantados o simplemente mímicos, en los que se mezclan los celos y los enfados. Sucede mucho en el folclore. A las rancheras se las conoce como «los lamentos del cornudo», y los tangos son como sollozos de cabrones con pintas evocando a la mujer que los hizo infelices. El flamenco es una permanente exposición de celos cabreados y llantos sin consuelo posible. Me gusta más el flamenco interpretado por mujeres que por hombres, por razones de estética. Un llorón no encaja en mis armonías. Admito y reconozco mi inconmensurable insensibilidad al respecto y me lanzo al vacío. A los quince segundos de oír a «Camarón de la Isla» me duermo. «Camarón», para mi organismo, es infinitamente más eficaz que el «Orfidal». Me estoy separando de la intención inicial de este artículo. La retomo. Que Bibiana Aído, en un arranque aflamencado, ha expresado sus celos, y jaleada por palmas y jipidos, se ha cargado a la directora del Instituto de la Mujer, Rosa Peris, de la que tanto recelaba.
No conozco a Rosa Peris, pero me cuentan que dentro del fundamentalismo feminista, era cordial y equilibrada. Y lo peor para ella, culta. Como el médico que recibe órdenes de la mujer de la limpieza del hospital que actúa de representante sindical. Y doña Bibiana le ha cortado la cabeza, sustituyéndola por Laura Seara, diputada socialista en el Parlamento de Galicia. Hasta las organizaciones feministas se han manifestado adversas al repentino cese. Desconocen que Bibiana, cuando cae la tarde y la noche derrama sus sombras, ya en su casita oficial, se enfunda en un vestido de flamenca y se arrebata a ella misma de celos y desaires. En su pueblo fue la más atractiva bailaora cuando niña y jovenzuela, y lleva los desgarros anclados en su alma. La cesada Peris es valenciana, y no entendía esos cambios de humores y actitudes. Además, pasaba por alto algunas órdenes de doña Bibiana por considerarlas excesivamente chorras. Lo cierto es que, quien duerme con tranquilidad después de haber conseguido que asesinar a los niños indefensos sea considerado en España un derecho, no puede titubear ante la cabeza de su víctima política con el hacha de la decapitación.
No es difícil deducir que la nueva será peor que la anterior. Doña Bibiana y el acierto llevan vidas paralelas. Una lástima que Zapatero haya encontrado en el flamenco a su ministra más mimada. Podría haberse fijado en Sara Baras, y todos estaríamos felices. Hasta la decapitada por celos.
Alfonso Ussía
www.larazon.es
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