sábado, 9 de janeiro de 2010

Una historia angosta

La historiografía lisenkiana, generalmente subvencionada, no cesa. Ahora un tal Angosto acaba de descubrir que los nacionales contaron no sólo con el respaldo de Hitler y Mussolini, también con el del Reino Unido, Francia y Estados Unidos, empeñadas las tres últimas en que no se vendiera "ni una bala a la República".

Esta clase de cantamañanadas supera las del propio Ángel Viñas y dice mucho del nivel alcanzado por la historiografía de izquierda en España. Y que un periódico de derecha como La Razón lo reseñe como algo digno del menor interés revela a su vez la calidad intelectual de gran parte de la derecha. Por cierto, que en La Razón, por presiones originadas en el nacionalismo catalán, tuve que dejar de escribir, y también del oasis de la corrupción y el ataque a los derechos ciudadanos procede mi salida de El Economista, y la de Juan Carlos Girauta: así entienden la democracia esos elementos.

Nuestro buen Angosto iba a titular su libro Las grandes democracias contra la libertad de España,pero por ser demasiado largo lo cambió por otro título alusivo a Méjico. Al autor debiera de llamarle la atención su propia afirmación de que Stalin y la corrupta dictadura mal disfrazada del PRI mejicano fueran los únicos que ayudaron a "la libertad" de España. Pero él no se da cuenta de la implicación de su aserto. En fin, para Angosto, Stalin se cobró su ayuda a buen precio, mientras que Méjico fue "generoso". No mucho, claro, porque no estaba en condiciones de enviar demasiadas armas; además, quizá el señor Angosto sepa, pero olvide –los olvidos son siempre enormes en esta clase de historiografía–, que a Méjico fue el inmenso tesoro del yate Vita, robado concienzudamente a particulares, al estado español y al patrimonio artístico e histórico de la nación, un daño irreparable. Y que allí se quedó el tesoro Prieto, con el respaldo muy interesado del presidente Cárdenas, conocido por su mano pegajosa para el dinero. Méjico fue prácticamente el único país que rehusó tener relaciones diplomáticas con la España de Franco, cuando China las tuvo y la Unión Soviética estaba muy dispuesta a tenerlas. Cabe sospechar, muy razonablemente, que la causa de esa negativa a reconocer a Franco tenía mucho más que ver con las cuentas a rendir por el Vita que con escrúpulos democráticos, los cuales no podía sentir el PRI de ninguna manera. Angosto considera que España debe a Méjico "gratitud eterna". Si España se reduce a Prieto, a los expoliadores del país y a los que por razones muy diversas prefirieron el exilio allí, entonces sí es lógica esa gratitud. Pero esa España resulta tan angosta como la mente del propio historiador lisenkiano.

En realidad, los demócratas del Frente Popular se dividían entre los simpatizantes del stalinismo y los de un régimen al estilo PRI, por lo que la estrecha relación entre los tres regímenes no es casual en modo alguno. Y tampoco es casual la reticencia de las democracias, que estaban bien informadas de la clase de libertad defendida por las izquierdas y el racista PNV en España. Pero esa reticencia de las democracias no impedía a las izquierdas españolas negociar con ellas. El hecho es que el Frente Popular, verdadero asesino de la república, comprometió ilegalmente todas las reservas financieras de España, más otras grandes cantidades derivadas del puro y simple saqueo de bienes de todo tipo. El grueso del oro fue a la URSS, una cuarta parte se negoció en Francia y la plata (1.225 toneladas) en Usa; es decir, que la historia de que mandaron el oro a la URSS por no poder negociarlos en Francia, en Usa o en Inglaterra, es falsa de toda falsedad, como tantísimas otras historias lisenkianas. Digamos además que las compras de pertrechos bélicos por el Frente Popular ocasionaron un gasto muy superior, casi el doble, del de los nacionales, lo que indica muchas cosas, frente a la idea en que insisten nuestros lisenkos de que Alemania e Italia ayudaron a los nacionales mucho más que los otros al Frente Popular. Y recordemos que el gasto izquierdista fue acompañado de una corrupción desenfrenada.

Todas estas cosas están hoy día perfectamente documentadas y a la luz, pero conviene insistir en ellas, porque esta clase de historiadores está convencida, a veces con razón, de que repitiendo incansablemente una falsedad, ésta se convierte en verdad aceptada. Mayor interés, a estas alturas, tiene quizá la pretensión de que "Europa se suicidaba si permitía el asesinato de la República Española": la vieja especulación de que si los nacionales eran derrotados en España, Hitler se detendría en sus planes agresivos. La verdad es que la república ya había sido asesinada por el Frente Popular, como creo haber demostrado ampliamente; que ni Hitler ni Stalin iban a detenerse en sus planes; y que las democracias tenían que desenvolver su política ante la doble amenaza nacionalsocialista y soviética y ante el evidente proceso revolucionario en España, que solo los muy desvergonzados o muy necios podían confundir con una democracia. Y los datos reales, al margen de cualquier futurible, son que Stalin y Hitler se compincharon para repartirse Polonia e iniciar de este modo la II Guerra Mundial, y que Negrín y los suyos soñaban con involucrar a España en una contienda europea que habría multiplicado la catástrofe de la guerra civil.

Yo creo que el descaro y la osadía con que un gran número de estudiosos, generalmente subvencionados, falsifican los hechos históricos en España no tienen parangón en ningún país actualmente. Dentro de su sordidez, no deja de ser un espectáculo.

Pío Moa

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http://historia.libertaddigital.com

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