Adoctrinar, sólo adoctrinar y nada más que adoctrinar en la formación del espíritu nacionalista ha sido el objetivo de la enseñanza de las ciencias sociales en el País Vasco y Cataluña. |
Tras años de política educativa nacionalista, en estas comunidades los problemas generales que padece el conjunto de la nación se han visto agravados por los excesos de los localismos y particularismos en la enseñanza de las humanidades. Según sostiene Pedro Antonio Heras, han negado "de forma orgánica y sistemática la existencia histórica de España como nación y como realidad y proyecto de futuro en común".
A partir del análisis de los libros de texto de ciencias sociales e historia, libros que no sólo obedecen a la opinión de sus autores y editores, sino que han recibido la aprobación de las autoridades competentes de los gobiernos autónomos, Heras expone, en La España raptada. La formación del espíritu nacionalista, la realidad de la aplicación de la ideología nacionalista en materia educativa. Y el contenido de lo encontrado no puede ser más desolador.
Los nacionalismos vasco y catalán tienen en común la insistencia machacona en tres cuestiones fundamentales: territorio, lengua e historia. El País Vasco y Cataluña son presentados en los mapas como entidades geográficas independientes, sin imbricación en el territorio español. La lengua (euskera y catalán) –el ADN, según el ex presidente de la Generalitat Pascual Maragall– es entendida como elemento identitario esencial, a un tiempo aglutinante cultural y nacional(ista) y elemento diferenciador respecto a la comunidad de hispanohablantes. La historia, o mejor dicho, la interpretación histórica nacionalista, deviene el más eficaz de los instrumentos para la creación de un sentimiento y una conciencia nacionalistas. Pero mientras que en el vasco se proclama la separación del extranjero (maketo), sobre la base de la diferencia biológica y lingüística, el nacionalismo catalán promueve la integración, es decir, la disolución de las diferencias y de los orígenes en la nación mítica y la asunción del catalán como lengua propia.
La estrategia de Pedro Antonio Heras consiste en dejar hablar a los textos y ponerlos en relación, ¿podría ser de otro modo?, con la raíz ideológica del nacionalismo, sea mediante la exposición de las declaraciones históricas de Sabino Arana ("[...] habría que establecer (en caso de libertad) distinción entre originarios y mestizos, tanto respecto de los derechos como de los lugares en que pudieran avecindarse: pero el que sea de pura raza maqueta, maqueto sigue siendo, aunque descienda de siete generaciones nacidas en Bizkaia y hable euskera"), sea con citas del Jordi Pujol que en La immigració, problema i esperança de Catalunya (1958, 1976) hablaba de ese hombre andaluz anárquico, destruido y falto de mentalidad, puro desorden, al que Cataluña tendría la misión de arraigar y cohesionar.
La traducción didáctica de la ideología nacionalista presenta distintas aristas, pero la recurrencia a los mitos es fundamental y necesaria "para debelar la realidad y hacerla irreconocible para los alumnos adoctrinados, sin pudor ni límites, en los valores y en el discurso nacionalistas". En el País Vasco se presenta el pasado en clave rural y arcádica ("Sintruenos era un lugar alejado de todos los otros lugares. A él fueron llegando los niños y los viejos. Llegaron a ser miles. Formaron un pueblo grande, desconocido o divertido, donde todo eran lugares de juego"); en Cataluña, en forma de nación independiente y soberana antes de la guerra de 1714, aunque para ello se obvie que pertenecía al Reino de Aragón y que jamás existió como estado soberano e independiente. Se niega la realidad o se ignora todo lo que suponga una alteración del ideal nacionalista: se habla de pueblos y no de individuos o ciudadanos, se critica la revolución francesa porque supuso la eliminación de los fueros en territorio francés y, por la misma regla de tres, la Constitución de Cádiz de 1812; se relativiza la violencia de ETA (como en la revista ilustrada Kili, Kili, dirigida a escolares de entre ocho y catorce años: matar a alguien es malo, pero no es mejor manipular falsedades); los hablantes en castellano no existen en Cataluña más que para discursos autoritarios o antidemocráticos, o, como ocurre en la televisión pública catalana, para encarnar en marginados, delincuentes, policías o guardias civiles.
No menos sorprendentes son los ejercicios que deben realizar los alumnos y las preguntas a las que deben contestar para demostrar que han consolidado los conocimientos: "¿Qué es etnia? ¿Qué es para ti cultura vasca?", "Escribe y analiza textos de pintadas y carteles de reivindicación del euskera. Realizad el trabajo en grupos reducidos y tratadlo después entre todos"...
La transformación ideológica y social se lleva a cabo lenta y machaconamente, mediante la incrustación en los libros de términos ideológicamente marcados: en positivo, como el de Euskal Herria (que implica la anexión del llamado País Vasco Francés y Navarra) y Països Catalans (que incorpora todos aquellos territorios en que se habla catalán, desde el sur de Francia hasta la isla del Alguer), o en negativo, como el de Estado Español; o mediante la censura de la palabra España, desaparecida del léxico educativo y de los medios de comunicación públicos dependientes de la Generalitat. Pero también mediante estrategias mucho más pragmáticas e intervencionistas, como la de subvencionar a entidades o editoriales dispuestas a sensibilizar a los ciudadanos en materia nacionalista, reorganizar el cuerpo de inspectores educativos para que vigilen el cumplimiento de la catalanización de la enseñanza o incidir en las asociaciones de padres aportando gente y dirigentes con criterios nacionalistas.
El objetivo último de la educación nacionalista no es sólo conseguir una transformación lingüística o conceptual. Nadie que se acerque al contenido de los libros de texto tiene dudas al respecto: lo que pretende el nacionalismo es una transformación de las mentalidades de los ciudadanos a la medida de su delirio, un cambio del imaginario cultural de los estudiantes de primaria, secundaria y bachillerato, futuros ciudadanos adultos para los que el nacionalismo aparecería como la opción ideológica y política natural. Así pues, la realidad no es nada frente a la voluntad emocional de construir una nación como paso previo para la creación de un estado independiente.
Leah Bonnín
PEDRO ANTONIO HERAS: LA ESPAÑA RAPTADA. LA FORMACIÓN DEL ESPÍRITU NACIONALISTA. Áltera (Barcelona), 2009, 277 páginas.
http://libros.libertaddigital.com
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