quinta-feira, 7 de outubro de 2010

Mario Vargas Llosa, el gran novelista de la realidad histórica


Estabamos terminando la reunión de la Comisión Delegada cuando nos llegó la noticia de la concesión del Premio Nobel a Mario Vargas Llosa.

Saltamos de júbilo los que estábamos en la Comisión. Era algo largamente esperado. Hace tres o cuatro años recibimos la visita del secretario de la Academia sueca y comentamos con él que nosotros estábamos ansiosos de que de nuevo fuera reconocida la excelencia de creación en lengua española, en concreto en la figura de nuestro compañero Mario Vargas Llosa.

Y él nos contestó que, «bueno, es que tenemos que atender a muchas lenguas, y lenguas emergentes, y a nuevas tendencias..., pero siempre está en nuestra mirada la lengua española». Y, efectivamente, ha sido así. Y se ha convertido en el quinto académico en ganar el Nobel.

Además, la explicación, la motivación del premio, que subraya el compromiso con la realidad histórica, refleja muy bien lo que es él. Mario Vargas Llosa es el gran novelista, el gran teórico de la novela, el gran crítico literario y es al mismo tiempo el comprometido periodista, tan cercano a la realidad viva, palpitante. Algo que Mario ha logrado trasladar a la novela. Él define la novela como la suplantación de un mundo de realidades por un mundo de representaciónes. Es decir, en el avance de toda la novela de Vargas Llosa está una realidad histórica concreta, de Perú, de Santo Domingo —con el dictador—, dentro de muy pocas semanas va a presentar la novela «El sueño del celta» sobre un cónsul que va al Congo y que termina por denunciar toda la explotación...

Realidad histórica

Siempre hay una realidad histórica viva, porque aunque sea pretérita siempre está enfocada desde el punto de vista de lo que significa ideológicamente o de la continuidad que tiene en la realidad social o política de hoy. Pero a partir de ahí, Mario Vargas Llosa va transformando esa realidad, suplantandola por un mundo de representaciones. Lo explica muy bien en las «Cartas a un joven novelista». Ahí está su pensamiento y concepción de la novela. Dice cómo el narrador tiene que ir transmutando el espacio y el tiempo en el que transcurren las novelas, haciendo una ficción de ellas para emanciparse de ese modo de la realidad aparente y lograr la autonomia que tiene que tener la obra literaria.

Por para él, la historia se mueve en el tiempo de ficción, como por un territorio en el que va y viene, de manera mesurada o lenta. Esto puede explicarse muy bien comparando una novela de verdad con lo que es un reportaje.

Cuántos reportajes se habrán escrito sobre el dictador Trujillo, pero qué distintos son de una novela como «La fiesta del chivo», en la que se denuncia el abuso, el gran desastre de aquella dictadura... La novela tiene mucha más fuerza, ¿por qué? Porque alejándose de la realidad, del tiempo concreto, la eleva a un tiempo en el que el lector lo descubre por sí mismo, y ayuda a crearlo, porque todo lector se convierte en un cocreador de la novela.

Mario Vargas Llosa ha reflexionado mucho desde su estudio de la literatura. Tenemos que recordar cómo comenzó estudiando «Tirant lo Blanch» hasta que descubre a Flaubert a través de «Madame Bovary». Recuerdo cuando él cuenta cómo estando en París compra en una de las librerías junto al Sena la novelita y la lee ininterrumpidamente, día y noche, y se empapa de ella. Después descubre lo que es la técnica, la tramoya que había detrás de ella, algo que también hizo con «Los miserables» o «Cien años de soledad», de García Márquez. Ese gran teórico de la literatura, ese gran crítico es al mismo tiempo el gran novelista.

Y ese gran novelista es también el gran periodista que va siguiendo de cerca toda la realidad política y social de hoy,y la plasma en sus artículos estupendos. Hoy es un día de júbilo muy especial para la Real Academia Española y para la asociación de Academias de la Lengua Española. Mario Vargas Llosa cuando está en Madrid no pierde ninguna de las sesiones de la Academia. Se despidió cuando marchaba a dar el curso de Princeton. «Vengo en noviembre y volveré a estar varios jueves debatiendo en las comisiones, en los plenos...» Para nosotros es un motivo de orgullo como servidores que somos de la lengua española. Es un motivo de satisfacción y de gozo la concesión de este premio.

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