quinta-feira, 7 de outubro de 2010

Vargas Llosa, el señor de las formas

En Mario Vargas Llosa tenemos al escritor que, bajo el auspicio de Flaubert ha sido capaz, es capaz, de afrontar como pocos escritores hoy día los mayores retos que ofrece el oficio de narrador, casi con el ánimo y el espíritu de un proteo.

En «La ciudad y los perros», por ejemplo, escribe una obra de denuncia, describiendo la caída en la perversión de la condición humana en una escuela militar, la Leoncio Prados.

Si esta obra se perfila con ciertos ribetes realistas, en «La casa verde», su obra siguiente, inaugura la temática del contraste entre la vida civilizada de la ciudad y el de una comunidad en la selva, temática muy querida por él que retoma en otras obras suyas poteriores como por ejemplo «Lituma en los Andes», novela con la que ganó el premio Planeta.

En «Conversación en la catedral», para muchos su mejor obra, experimenta con la temática política, entreverando el flash cinematográfico y el contrapunto en los diálogos de tan feliz manera que consigue con ello una obra maestra de la literatura en español del siglo pasado.

El género de la parodia, que es bastante díficil de tratar, lo calca en «Pantaleón y las visitadoras», donde mezcla incluso informaciones periodísticas, haciendo del género algo que va más allá de sus límites, como hizo luego en «La tía Julia y el escribidor», donde mezcla de forma brillante la realidad y la ficción de los personajes literarios.

Luego vuelve a la novela política, pero otorgándole un matiz de novela total, que era lo que se llevaba en ese momento, en «La guerra del fin del mundo», quizá su obra más ambiciosa, donde establece una suerte de correlato entre una revuelta mesiánica brasileña que ocurrió en el siglo XIX y la guerrilla de Sendero Luminoso, que por aquel entonces estaba asolando el Perú.

Revueltas mesiánicas, maximalistas, que retomará luego en la «Historia de Mayta», y en la citada «Lituma en los Andes». Esa búsqueda de la luz, de la razón, de lo que supone el avance de lo ilustrado sobre lo irracional encuentra luego su apoteosis en «La fiesta del chivo», donde vuelve a incidir en estos temas presentando los últimos días del dictador Trujillo en la República Dominicana.

Obra grande que, por ahora, cierra un ciclo narrativo que se abre a nuevas temáticas, como «El Paraíso en la otra esquina», donde entrevera una biografía de Flora Tristán, con la que está emparentado y la aventura polinésica del pintor Gauguin. Ahora, siguiendo la estela de Conrad, mejor dicho de Kurtz, escribe su novela sobre el río Congo. Es, ya lo dijimos, el señor de las formas, como su querido Flaubert.

Juan Ángel Juristo

www.abc.es

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