sábado, 9 de janeiro de 2010

El don del Bautismo

«En un bautismo general, Jesús también se bautizó» Es sorprendente ver la humildad de Cristo, a quien no le importó ser contado entre los pecadores, aunque Él era plenamente consciente de su limpieza interior y de su origen divino. Pero Jesús quiso compartir destino con nosotros y por eso experimentó todas las humillaciones de los hombres, especialmente la de aquellos que, arrepentidos, buscan la limpieza interior.

Todo ser humano desea borrar de su intimidad tantos errores y heridas que muchas veces nos condicionan y nos hipotecan nuestra vida cotidiana, pues en el fondo de nuestro ser no estamos a gusto con nosotros mismos. Por eso instituyó Jesús el Sacramento del Bautismo, para que tuviéramos la certeza del amor de un Dios que siempre perdona a todo aquel que reconoce sus errores con sencillez. De un Dios que aniquila el pecado con su misericordia, de tal modo que es capaz de pronunciar sobre cada uno de nosotros las mismas palabras que se escucharon en el bautismo de Cristo: «Tu eres mi hijo, mi amado, mi predilecto». Es como si Dios nos dijera a cada uno que no le importan nuestros errores, nuestras debilidades, porque conoce que somos de barro y nos rompemos interiormente muchas veces. Lo único que nos pide es que tengamos la honestidad de reconocer aquello que nos aparta de Él y de nuestros hermanos los hombres, es decir, reconocer nuestro pecado.

Celebrar la fiesta del Bautismo del Señor es celebrar el motivo por el cual Jesús vino a la tierra: para perdonar todos los pecados de todos los hombres. Pero no olvidemos que el perdón es una expresión de amor, y sólo el que se sabe amado se sabe perdonado. Por eso hoy más que nunca podemos dar las gracias por el don de nuestro bautismo, pues supuso la invasión del amor de Dios en nuestra vida.

Jesús Higueras

www.abc.es

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