He releído estos días de fin de año «La montaña mágica». Quizá son los más apropiados para participar en una meditación sobre el concepto del tiempo que es uno de los propósitos de Thomas Mann en el más grandioso de sus libros. Pero tampoco este es una mala composición de lugar para pensar en el nuevo papel de España en Europa. Estaba aquella tan fuera de esta a comienzos del siglo XX que pudo librarse de la primera guerra mundial y convertirse en campo de entrenamiento para la segunda. Ahora, a comienzos del XXI, el presidente Zapatero lo es también de Europa por seis meses. ¿Tanta ha sido nuestra integración? Y tan sospechosa.
En efecto, Zapatero que ha sido el más torpe de los gobernantes europeos en el tratamiento de la crisis económica va a dar directrices a los Veintisiete. No menos escandaloso resulta que quien pretendió eliminar el terrorismo con diálogo, organice cumbres para su erradicación. Y tendrá que pastorear a los protagonistas de la última balcanización quien alienta un proceso semejante en su propia casa. Porque en España estamos esperando que se resuelva algo tan básico, desde el punto de vista de la convivencia, como es la idea de la soberanía nacional. Quiero decir que cabe la posibilidad de que el TS apruebe como constitucional un Estatuto que regule la vida de Cataluña a partir de la voluntad del pueblo catalán y no del español. Pero que nadie se altere por ello: todo lo que podría ser terrible va a suceder razonablemente: el independentismo y el etnicismo de los nacionalistas se llevará a cabo de modo razonable.
Porque de esta Europa de ahora no saldrán ríos de sangre, millones de muertos. Si a comienzos del siglo pasado la democracia representativa era poco más que una palabra, ahora está muerta. El nuevo totalitarismo funciona con consenso y estados de opinión. Settembrini ha fallado, la política y el humanismo ya no van de la mano.
César Alonso de los Ríos
www.abc.es
Nenhum comentário:
Postar um comentário