segunda-feira, 4 de janeiro de 2010

Lo que falla con Al Qaida

El medio ambiente natural de Al Qaida son los Estados fallidos. Yemen, Somalia, Afganistán o los países del Sahel. Incluso Pakistán es un Estado fallido ya desde su origen, pues un país nacido para diferenciarse confesionalmente de sus vecinos ya aparece condenado desde su primer día a esquivar los fundamentos racionales de un Estado moderno. En Yemen o Afganistán un jefe de tribu tiene mucha más autoridad que un jefe de gobierno que, a menudo, no es más que el figurín que simboliza el precario equilibrio entre señores feudales.

Uno de los índices que atestiguan el fracaso del islam por conquistar la modernidad es el alto número de estados fallidos en que se dispersa. Y contra lo que a menudo se repite, el integrismo no es un fenómeno que busque una vuelta al pasado, sino que se presenta a sí mismo como modernizador tras el fracaso de occidentalistas, marxistas y nacionalistas por levantarla de la postración política en que se encuentra el islam.

Frente a la permanente guerra civil entre señores feudales, corrupción, atraso e inoperancia del Estado, el fanático integrista promete orden, virtud y mano dura. Y como hasta ahora ha fracasado en sus intentos de derribar a sus oligarquías locales, han emprendido una paranoica guerra contra las potencias occidentales que consideran protectoras de sus regímenes corruptos y fuerzas ateas que amenazan con acabar con la presencia de Dios en la tierra.

Y es cierto que a menudo se vincula a Al Qaida con Estados fallidos. Pero es mucho más infrecuente la deducción de que, en tal caso, la manera más efectiva de combatir a los terroristas es contribuyendo a que los países musulmanes cuenten con Estados eficaces y modernos. La persecución a sangre y fuego del terrorista está bien, pero de nada va a servir mientras sigan proliferando estados fallidos en el islam.

Alberto Sotillo

www.abc.es

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