En medio de la tragedia, apareció la estupidez. Los presidentes de Nicaragua y Venezuela acusan a Estados Unidos de aprovechar la catástrofe de Haití para ocupar militarmente el país. No es una necedad inocente. Daniel Ortega fue el primero en pronunciarse en tal sentido o sinsentido y en perfecta sintonía con pautas que Montaner, Mendoza y Vargas Llosa describieron con ácido humor en el Manual del perfecto idiota latinoamericano. Enseguida le secundó Hugo Chávez. Y como no hay dos sin tres, un ministro francés se ha quejado del rol dominante de los americanos. La antigua potencia colonial aspira a sus quince minutos de fama. La política humanitaria es más política que nunca. No compiten ya las ONG sino los G. Incluido el de España, que envió a De la Vega so pretexto de la presidencia rotatoria. Hacer espectáculo del horror suele traer horrendos espectáculos.
El nicaragüense proclamó que "no tiene ninguna lógica" que Washington envíe tropas cuando Haití necesita ayuda. Que esa ayuda no se pueda distribuir, que los saqueos proliferen, que el precario Estado haitiano colapsara, que sea urgente restablecer el orden, nada interesa a quienes viven de atizar un primitivo antiamericanismo. Ortega, el notorio abusador sexual de su hijastra, sabe a ciencia cierta que Estados Unidos codicia Haití y quiere ocuparlo. ¡Será por sus riquezas aún ignotas! Será que la Alianza Bolivariana proyecta sus propios designios. Querría utilizar la solidaridad para extender su influencia en el Caribe, pero no puede competir con los USA. A los que, por cierto, no salva del azote del odio ni el seráfico Obama.
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