Para muchos, el calentamiento terrestre se ha convertido en una religión. El rasgo característico de las religiones es que sus postulados se aceptan por cuestión de fe, no por su lógica. Y el cuestionamiento de los mismos convierte a quien así procede en un pecador. |
Nadie niega que la Tierra experimente cambios de temperatura. Hace millones de años, gran parte de la superficie de nuestro planeta estaba cubierta por una capa de hielo que alcanzaba un espesor de hasta una milla (1,6 kilómetros). Así que podemos concluir que posteriormente hubo un calentamiento; pero en aquel momento no existían plantas eléctricas que utilizaban carbón, ni bombillos, ni vehículos con motores de gasolina.
La idea de que los humanos pueden causar cambios paramétricos en el ambiente es el colmo de la arrogancia ignara. Si los 6.500 millones de personas que vivimos aquí en la Tierra nos pusiéramos a saltar todas a un tiempo, ¿cree usted que lograríamos cambiar la órbita del planeta, o las mareas de los océanos? ¿Hay algo que los hombres podemos hacer para detener o desviar un huracán, o un tsunami? Si el lector considera estúpidas estas preguntas, también es estúpido pensar que las actividades humanas pueden lograr cambios en la temperatura terrestre.
Pero, claro, hay grandes intereses apostando por que la gente practique la nueva religión del calentamiento. Tan es así, que algunos científicos, financiados con fondos públicos, están manipulando fraudulentamente las estadísticas relacionadas con el clima. Lo peor de todo son los duros ataques de que son objeto los herejes, y la intimidación que se cierne sobre quienes se atreven a dudar.
Scott Pelley, corresponsal de la cadena televisora CBS, comparó a quienes dudan del calentamiento con aquellos que niegan el holocausto nazi contra los judíos. De hecho, se ha ido aún más lejos: el columnista Dave Roberts ha exigido que los escépticos o directamente críticos del nuevo credo fueran sometidos a juicio por crímenes contra la humanidad; lo que quiere es "una especie de proceso de Núremberg (...) contra esos bastardos".
Así las cosas, muchos climatólogos no se atreven a comentar el hecho de que por largos períodos de tiempo no ha habido la menor relación entre los niveles de dióxido de carbono (CO2) presentes en la atmósfera y la temperatura. Los humanos aportan alrededor del 3,4% del CO2, y la naturaleza el 96,6% restante. Hace 550 millones años hubo una verdadera explosión de formas de vidas en el planeta, y los niveles de CO2 eran entonces 18 veces más altos que los de hoy. Durante la era jurásica, la de los dinosaurios, los niveles de CO2 eran nueve veces superiores a los de ahora. Y, frente a lo que enseñan a nuestros hijos, el número de osos polares ha aumentado sustancialmente en las últimas décadas: en 1950 había unos 5.000; hoy, unos 25.000.
El comentarista político Henry L. Mencken (1880-1956) nos advirtió de que el objetivo de los políticos es mantener alarmada a la gente. Eso es exactamente lo que buscan los propagandistas del pretendido calentamiento global.
© AIPE
WALTER E. WILLIAMS, profesor de Economía en la Universidad George Mason (Washington DC).
http://revista.libertaddigital.com
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