Poco después de la caída del régimen soviético estaba yo almorzando con un conocido, hombre de izquierdas, y aun así culto, cosmopolita e incluso –así me lo parecía– dispuesto a escuchar un punto de vista que no fuera el suyo. Como no podía ser menos, hablamos de lo que acababa de ocurrir en Moscú. |
Me aventuré a expresar mi admiración: nunca en mi vida, que entonces no era demasiado larga, había soñado con ver una revolución en directo. Por el silencio que siguió comprendí que jamás debí haber dicho tal cosa. Efectivamente, el silencio ha durado hasta ahora.
Por entonces no sabía yo que en París un historiador, tan impresionado o aún más que yo, si cabe, por el colapso de la Unión Soviética, estaba trabajando en un estudio sobre las revoluciones en el mundo hispánico, revoluciones de las que somos herederos. Era François-Xavier Guerra, excelente historiador, conocedor como pocos del mundo hispano-americano. Por desgracia, Guerra falleció prematuramente, aunque no sin haber publicado su magnífico trabajo Modernidad e independencias, que se convirtió instantáneamente en un clásico, como dice en el prólogo a esta nueva edición José Andrés-Gallego, un prólogo que desmerece un poco el prestigio de su autor, porque más parece un ajuste de cuentas (indescifrable, por otra parte) que una introducción.
A partir de la obra de François Furet (y sin duda de los hechos de 1991), Guerra reflexiona sobre el alcance de la revolución en España. El término, como es bien sabido, fue utilizado desde bastante temprano por los protagonistas españoles de aquellos hechos. Luego fue evolucionando: la influencia del marxismo le quitó la exclusividad y le restó relevancia, mientras los progresistas, que aspiraban a la herencia en exclusiva de aquella obra, lo convirtieron en un fetiche.
Guerra nos devuelve aquellos hechos en todo su significado, extremadamente dramático, que va más allá de un simple cambio de régimen, o incluso de horizonte de ideas y creencias. Alcanza, como dice Guerra, al surgimiento de un nuevo sistema de referencias que lleva lo que hasta ahí era privado al terreno de lo público y consagra una nueva legitimidad, la de la nación o el pueblo soberanos. Es el salto vertiginoso, por la forma en que se hizo en nuestro país, desde la nación tradicional, forjada en la historia y la experiencia, a una nueva, conformada por ciudadanos titulares de derechos, con nuevos grupos creados específicamente para alcanzar el poder. De entre lo mucho que debemos a aquellos años se cuenta el nuevo hecho nacional, sobre el que ya nunca se pudo volver atrás, y también la forma traumática en que se fraguó.
Sobre este asunto, de una gran densidad histórica y conceptual, Guerra analizó también la dimensión americana de la revolución. Para él, los procesos de emancipación no son una simple separación de la antigua metrópoli, sino parte del mismo cambio que se estaba produciendo en España. Existen paralelismos con el proceso de independencia de Estados Unidos, como han puesto de relieve, entre otros, Sánchez Barba en su monumental Historia de América y John H. Elliott en los capítulos finales de Imperios del mundo atlántico. Y también está la influencia de la Revolución Francesa, compartida con lo ocurrido en España. Pues bien: Guerra demostró en su día que, escindido del proceso que sigue a la crisis de legitimidad de 1808, el de emancipación americano es ininteligible.
En el período crucial 1808-1810 empieza a gestarse en América el mismo movimiento de alzamiento que tiene lugar en la Península. Se trasladan allí la retórica, los eslóganes y la sustancia patriótica-revolucionaria, que aquí desembocará en la Constitución de Cádiz y allá en la creación de las repúblicas americanas. También compartimos, a uno y otro lado del Atlántico, las ideas y los discursos patrióticos tradicionalistas, que esgrimirán movimientos contrarrevolucionarios a ambos lados del océano. Movimientos, por cierto, que tenían una larga tradición en América, tanta o más que en España.
Los resultados del proceso, tal como los expone François-Xavier Guerra, invitan a una sugestiva reflexión sobre el presente español y americano. En América, los libertadores tuvieron que empezar a crear Estados para, a su vez, ir fabricando nuevas naciones. En España el proceso ha sido distinto, claro está, pero ¿lo ha sido tanto?
José María Marco
FRANÇOIS-XAVIER GUERRA: MODERNIDAD E INDEPENDENCIAS. ENSAYOS SOBRE LAS REVOLUCIONES HISPÁNICAS. Encuentro (Madrid), 2009, 491 páginas.
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