Los Reyes Magos. En España esta palabra siempre ha sonado mágica en los oídos de los niños, pues la identifican con regalos que reciben por haber sido buenos. Pero por desgracia, pasa muchas veces que costumbres cristianas que hasta hace poco tiempo se han vivido con cariño y sencillez, nuestra sociedad materialista las ha convertido en una vorágine de gastos y consumo, que sobrepasa en mucho nuestras posibilidades.
Nos olvidamos así del verdadero sentido de la fiesta cristiana y su transformación en un espectáculo más próximo al mundo circense que al verdadero sentido del amor familiar y del regalo que supone que Dios ha venido a la tierra. No olvidemos que el título de la fiesta es la Epifanía del Señor, es decir, la manifestación que Dios hace de sí mismo a unos extranjeros que con motivo del estudio de los astros intuyen que Dios ha venido a la tierra para traer la salvación a todos los pueblos y no sólo a los judíos. Esta es la verdadera belleza de la solemnidad que celebramos en este día: que Dios no es propiedad privada de nadie. Que es de todos y para todos. Que son muchos los caminos que nos pueden llevar al conocimiento del Dios verdadero, manifestado en Cristo Jesús. Estos sabios del oriente tendrían su propia religión, pero como buscaban sinceramente la verdad, reconocieron en Cristo la verdad del amor de Dios.
No caigamos nunca en el error de pensar que da lo mismo ser cristiano que no serlo, con tal que seamos buenas personas, pues Cristo es el gran regalo que Dios hace a la humanidad, ya que es el mismo Dios que se da a sí mismo a los hombres. Todo aquél que acoge a Dios y se llena de Él, se convierte en un regalo para los demás, pues no hay gozo mayor que saberse amado y amar con el mismo amor de Cristo.
Jesús Higueras
www.abc.es
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