Por Antonio Rodríguez Nogales, del Ayuntamiento de Huelva y Bomberos Unidos
«Os llevaba esperando toda mi vida»
Final de las labores de rescate. Los perros andan algo perdidos. Ya no hay esperanzas, sólo hay lugar para algún milagro. Estamos más relajados, la adrenalina desciende y notamos el cansancio. Sin ducharnos y sin descansar en un lugar decente, ahora pensamos en el regreso. Esperamos al relevo de Bomberos Unidos: vienen 9 compañeros de nuestra unidad médica y otros tres con una planta potabilizadora. Es la hora del balance. Más de una veintena de personas rescatadas de forma autónoma o con otros equipos. Las imágenes se atropellan en la cabeza, pero hay una que no nos quitamos de encima: la frase que nos dedicó la propietaria del hotel Montana cuando, tras 13 horas de trabajo, conseguimos rescatarla: «Os llevaba esperando toda mi vida».
Aunque son muchas las enseñanzas que debemos sacar del terrible terremoto que asoló Haití, ya tenemos unas primeras lecciones de aquella tragedia. Ante todo, y de forma destacada, hemos de reflexionar sobre las consecuencias de la falta de Estado en un pueblo que se halla en el siglo XXI.
Frecuentemente se critica -y a veces con razón- la presencia del Estado en las sociedades modernas. Los poderes de los Estados pueden agobiar, pero sin un Estado la inseguridad es total, con las puertas abiertas al desorden completo.
¿Cómo es posible que no existiese el Estado en una isla donde se encuentran los haitianos, con frontera con una República que funciona con normalidad, en el centro de una América de grandes colosos económicos y sociales?
El Estado moderno se instaló en Europa para hacer frente a la inseguridad de los años finales de la Edad Media. Y ese Estado, organización jurídico-política, fue llevado a América, donde alcanzaría la mejor realización en el norte de aquel continente.
Pero en Haití «los anarquistas de la explotación popular» han caminado sobre las miserias de un pueblo sometido, hasta que se ha descubierto el profundo desorden. Los vaticinadores optimistas creen que allí, como en cualquier otro sitio, se instalará ahora un Estado.
La segunda lección de estos días tristes la ha proporcionado una fotografía de los tres últimos presidentes de los Estados Unidos: Clinton, Bush y Obama se unen y se coaligan para poner remedio a la tragedia. ¿Cuándo en España veremos trabajando de forma armoniosa y cordial a Felipe González, José María Aznar y Rodríguez Zapatero?
El Estado tiene que instalarse y funcionar correctamente y los gobernantes nunca deben ser enemigos irreconciliables.
Manuel Jiménez de Parga, De la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas
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