No sé como pensaba Barack Obama celebrar su primer año en la Casa Blanca, pero seguro que no con la humillante derrota de su candidato al senado por Massachussets. La victoria del republicano Scott Brown pone fin a décadas de hegemonía liberal allí y le arrebata la mayoría en el Senado, tan necesaria para sacar adelante sus iniciativas políticas.
En cualquier caso, su Año I al frente de los Estados Unidos tiene poco que celebrar. Cierto, salvó al sistema financiero, pero la confianza del consumidor está lejos de recuperarse y los indicadores económicos no acaban de despegar. Por otra parte, el candidato anti-Iraq pasó a ser el presidente que asumía los planes de Bush para aquel país y las promesas del Nobel de la Paz se han traducido en un importante aumento de las fuerzas de combate en Afganistán.
Dejando las palpables contradicciones a un lado, sus apuestas no le han ido mucho mejor: la mano tendida al mundo musulmán, si no al islamismo, no ha mejorado la imagen de América en el mundo ni ha hecho bajar el nivel de amenaza terrorista, como se ha podido comprobar recientemente; ha ido trazando una línea roja tras otras con Irán y los ayatolás las han rebasado todas, reprimiendo brutalmente a sus ciudadanos y prosiguiendo su senda atómica; Corea del Norte continúa sin ceder; China no se ha vuelto más cooperativa; y Rusia, a pesar del amor profesado por Washington, sólo saca provecho de un presidente creyente del declive americano. Por no mencionar a una Iberoamérica que si se resiste al populismo como puede no será gracias a la ayuda americana, como se vio en Honduras, o en una Cuba que ni se abre ni se suaviza.
Pero lo peor puede todavía estar por llegar.Con suerte, la victoria de Scott Brown en Massachusetts le haga ver lo que de verdad quieren los americanos. Si no, más vale que Zapatero rece y mucho, porque estamos perdidos.
Rafael L. Bardají
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