Es muy poco lo que sabemos de los Reyes Magos. El texto evangélico de Mateo apenas relata que «unos sabios de Oriente se presentaron en Jerusalén» buscando al «rey de los judíos» porque habían «visto su estrella y venían a adorarlo». Se dirigieron a Herodes y éste, aterrorizado de que alguien le disputase el poder, investigó y supo por los sabios judíos que el profeta Miqueas había anunciado que Belén de Judea sería el pueblo en el que nacería el Mesías. Envió entonces a los magos a Belén, pidiéndoles que lo avisasen si encontraban al misterioso niño (con malas intenciones, es obvio), y éstos lo localizaron, en efecto, lo adoraron y le regalaron oro, incienso y mirra. Al parecer eran gente lista, porque dice la Biblia que no volvieron donde Herodes y que «regresaron a su país por otro camino». Ni una palabra más contienen las escrituras sobre el misterioso capítulo y por eso es sorprendente que la cristiandad haya desarrollado tan rica iconografía de los tres sabios, que aparecen con profusión en las pinturas y representaciones medievales. El pueblo fijó en tres el número originalmente indeterminado de los astrónomos y, no contento con eso, les asignó como lugar de origen los continentes entonces conocidos: Asia, África y Europa. Se trataba de evidenciar que con Jesús la salvación había venido para todos, negros, amarillos y blancos. Si tenemos en mente que, muchos siglos después, se traficó con esclavos en el Atlántico o los nazis gasearon a los judíos es conmovedor percibir la nobleza de una intuición cristiana tan igualitaria desde el principio. Paralelamente, la gente y los artistas fueron representando a cada uno de los magos con una edad distinta: había uno anciano, otro de edad madura y un tercero joven. De nuevo se intentaba señalar que la salvación no conocía límites. Hoy, cuando se regatea en las escuelas la memoria de la tradición común, merece la pena poner el Belén con plena conciencia de todo lo que reivindican los Reyes Magos: igualdad entre los hombres, universalidad de la salvación, curiosidad por las estrellas y el universo y hasta astucia frente a los malos.
Cristina L. Schlichting
www.larazon.es
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