sábado, 23 de janeiro de 2010

Perú cambia a los incas por Vargas Llosa

El país andino alienta una ruta literaria por los escenarios limeños de la obra del célebre escritor como alternativa al turístico Machu Pichu.

Perú se encomienda al talento literario de Mario Vargas Llosa. Hablar de Perú es hacerlo del Machu Pichu, la maravilla inca suspendida en los cielos andinos, pero no sólo eso. El Gobierno peruano quiere ir más allá y, consciente del tirón de su escritor más universal, apuesta por difundir una ruta literaria por los escenarios de Lima en donde transcurren algunas de sus más célebres obras.

El pulso de una ciudad no sólo late en el quehacer diario de sus habitantes sino, también, en los escenarios aureolados por la literatura que trasciende fronteras, en los rincones atrapados en unas palabras mágicas que hacen del lector un vecino más de una urbe que ni siquiera conoce.

La Lima que retrató Vargas Llosa en sus primeras novelas, medio siglo atrás, todavía se puede reconocer siguiendo los pasos de los protagonistas de «Los jefes» (1959), «La ciudad y los perros» (1963), «Los cachorros» (1967) y «Conversación en la catedral» (1969). Ése es el empeño de Rafo León, alma mater de «La Lima de Vargas Llosa», la ruta literaria con la que Perú quiere trascender a sus tradicionales reclamos incaicos, consciente de que «limitan la imagen de Perú hacia afuera».

«La Lima de entonces era todavía -fines de los cuarenta- una ciudad pequeña, segura, tranquila y mentirosa», escribió Vargas Llosa. ¿Sobrevive algo de esa descripción tan precisa como una autopsia? León no duda. «Ya no es pequeña, ni segura, ni tranquila, pero sigue siendo muy, muy mentirosa», asegura entre risas.

Del Parque Kennedy a la playa de La Herradura

Seguir las huellas literarias del escritor obliga a dirigir los pasos al barrio de Miraflores, al sur de la capital, la antigua ciudad-balneario donde dio rienda suelta a su rebeldía adolescente y donde, como el propio León escribe en la guía, «todavía es posible encontrar la atmósfera que describe Vargas Llosa».

Sus cines y teatros acogen los primeros escarceos amorosos de los jóvenes ávidos de vida de «Los cachorros» y algo de ese espíritu inconformista todavía aletea en las terrazas de los cafetines del Parque Kennedy. Como también en la playa de La Herradura, al sur del distrito de Chorrillos, donde los jóvenes limeños soñaban con ser James Dean en noches de bravatas, borracheras y prostíbulos. El bar «El Nacional», uno de los escenarios más reconocibles de «Los cachorros», es una cita inexcusable.

El recorrido permite al viajero «encarar brutalmente» los cambios acaecidos en la fisonomía de una ciudad que hace 50 años, por ejemplo, todavía vivía de espaldas al mar. Mutaciones como la del exquisito Teatro Colón, tapiadas sus puertas y ventanas en la actualidad, que de epicentro de la vida burguesa derivó en burdel de modesto trapío.

El inca que señalaba a los prostíbulos

En las antípodas de Miraflores, el distrito de La Victoria era conocido por populares prostíbulos como los de México y Huatica, muy presentes en «La ciudad y los perros». En el corazón de este barrio donde Vargas Llosa evoca «un olor casi visible a chicharrones y a pisco, a butifarras y a transpiración, a cerveza y a pies», se yergue desafiante la estatua de Manco Cápac, el fundador del imperio incaico, que con su dedo índice señalaba, según la sabiduría popular de la época, el camino a los burdeles.

El Colegio Militar Leoncio Prado, una urbe castrense dentro de la gran urbe, omnipresente en «La ciudad y los perros», sigue en el mismo lugar, en el distrito chalaco de La Perla. Se cuenta que cuando se publicó la novela, en 1963, el director de la academia hizo quemar un buen número de ejemplares delante de los cadetes, emulando al cura y al barbero que entregaron al fuego los libros de caballerías del loco más cuerdo de la literatura universal.

Sin embargo, del bar «La Catedral» (Alfonso Ugarte, 203), donde reinaban «el humo, el ruido, el sólido olor a viandas y licor y los danzantes enjambres de moscas», donde Santiago Zavala, protagonista de la novela al que da nombre, recibía sus primeras lecciones periodísticas preñadas de desencanto, sólo quedan sus ruinas.

Las referencias al universo literario y vital del escritor peruano se suceden, pero si a León le ponen en la disyuntiva de elegir una sola ruta, se decanta por «un paseo entre la Plaza de Armas y el parque de San Martín, que permite encontrar las referencias de Vargas Llosa y apreciar los cambios en el rostro de la ciudad paseando por el eje del poder político».
Mas información:
«La Lima de Vargas Llosa», editada por Promperú, se puede descargar en www.peru.info (publicaciones y folletos).

Ricardo Coarasa - Madrid

www.larazon.es

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