domingo, 21 de junho de 2009

Irán ha apostado por el radicalismo

Durante la inmensa manifestación de la oposición a principios de esta semana, le pregunté a una joven cómo se llamaba. Me respondió: «Me llamo Irán».

Un país se ha despertado. Ante la provocación, se ha levantado. En cifras mayores que nunca, los iraníes habían aceptado el pedacito de democracia ofrecido por un sistema autocrático que, en última instancia, es leal a la voluntad de Dios en lugar de a la voluntad del pueblo. Casi 40 millones han votado. Ahora, con sus votos ignorados, muchos han pasado de una aquiescencia reticente hacia la república islámica, a la oposición. Ése es un cambio fundamental.

La república islámica ha perdido legitimidad. Tiene fisuras. No volverá a ser la misma. La furia popular se enfrenta al monopolio estatal de la fuerza. ¿Quién se echará atrás? Pienso que eso depende sobre todo del liderazgo de Mir-Husein Musavi, el reformista de impecables credenciales revolucionarias. Si se doblega, como hizo el legalista ex presidente Mohammad Jatami en 1999 y 2003, se habrá acabado.

A diferencia de las protestas encabezadas por estudiantes de aquellos años, una amplia variedad de iraníes de toda clase y edad se ha echado a la calle. La protesta está más extendida y va acompañada de divisiones más evidentes en la élite dirigente.

El error fundamental del régimen ha sido el de insultar la inteligencia de los iraníes.
Ha habido algunas discusiones sobre si los corresponsales, atrapados en la próspera burbuja del norte de Teherán, podrían estar subestimando el apoyo al presidente Mahmud Ahmadineyad.

No pongo en duda que su devoción, patrocinios y populismo le han garantizado muchos millones de votos. Personifica un nacionalismo desafiante, cuyo símbolo es el programa nuclear de Irán. Pero una victoria genuina con casi dos tercios de los votos no requeriría imponer una ley casi marcial para defenderla.

De hecho, no hay mucho que discutir. «Kayhan», el conservador periódico pro Ahmadineyad, tenía un titular en su página web, a la hora del cierre de las urnas, celebrando la victoria del presidente con un 65% de los votos. La agencia estatal de noticias no le anduvo a la zaga. Había un absurdo 98% de correlación en los patrones de voto de diversas regiones del país.

Tomemos como ejemplo la provincia occidental de Lorestan, la región del clérigo reformista Mehdi Karrubi, uno de los cuatro candidatos que se presentaban a la elección. En Aligoodarz, su ciudad natal, a Karrubi se le atribuían 14.512 votos, frente a los 39.640 de Ahmadineyad. En total, los votos de Karrubi han caído hasta los 300.000 (menos que los votos nulos) desde más de cinco millones en 2005. En lo que a manipulaciones respecta, ésta parece propia de aficionados.

El régimen iraní no es un aficionado. Así que la chapuza me hace pensar en la precipitación: una decisión de última hora de que el aumento del apoyo a Musavi -la «ola verde»- era demasiado masivo para tolerarlo.

Si la analizamos retrospectivamente, la declaración hecha cuatro días antes de las elecciones por Yadolá Yavani, el jefe de la oficina política de la Guardia Revolucionaria, en la que afirmó que si Musavi tenía en mente una revolución de terciopelo, la vería «aplastada antes de nacer», cobra mucho significado. Sin lugar a dudas, el Líder Supremo, Alí Jamenei, que había apoyado a Ahmadineyad pero parecía dispuesto a convivir con Musavi, no tenía un guión preparado.
El régimen ha apostado por el radicalismo.

Roger Cohen
www.abc.es

Nenhum comentário:

 
Locations of visitors to this page