terça-feira, 16 de junho de 2009

A quien Dios se la dé...

 

Sucedió el 24 de mayo, pocos días antes de las elecciones para renovar el Parlamento Europeo. El Chacal, también conocido como Carlos, escribió desde la cárcel de Poissy, donde cumple cadena perpetua, una carta a Dieudonné Mbala Mbala. Para decirle que votaría ("simbólicamente", ya que no de otro modo) la lista encabezada por este cómico que lleva por nombre de pila el apellido de un célebre anarquista francés, miembro de la Banda Bonnot.

Por un lado, lo sé, esto es pura redundancia y déjà vu. Pero hasta de la más trillada materia de actualidad, para seguir ahondando en la repetición, puede extraerse un grano de concimiento. Se conoce, verbigracia, que Ílich Ramírez Sánchez, así llamado porque su padre quería tanto a Lenin que a uno de sus hijos le puso Vladímir y a este otro, la star incomparable del terrorismo palestino, el segundo nombre de Uliánov, sigue sin renunciar a dos de sus hábitos más contumaces: el antisemitismo y echarse las cartas. Ya en 1999, el actual dictador venezolano wrote him a letter. Esta vez ha sido el ex compinche del FPLP del Dr. Habbash y la banda Baader-Meinhof quien ha sucumbido a la tentación de tirarle el arcano VI, Los Amantes, al indiscutible campeón actual del antisemitismo francés.

Ojo: no digo "del antisemitismo en Francia". Que haya franceses aquejados de este mal no es materia opinable, pero no vaya a creerse: esto no es garantía de nada del otro mundo. ¿Dónde se ha visto, desde que Charlton Heston separó las aguas del Mar Rojo, un solo país en el que alguna vez, una sola, se haya dado el "acontecimiento histórico planetario", que diría Leirelereile, de que ni uno solo de sus habitantes sucumbiera a la pandemia bimilenaria de toda la vida? Si hasta en España, país que cuenta con una de las comunidades judías más discretas, no ya del planeta sino de toda la galaxia, el antisemitismo bate hoy récords de decatlón antijudaico.

Otra cosa es el antisemitismo francés, que cuenta con una sólida tradición. Hay gente que todavía se muestra sorprendida al descubrir que Francia, patria de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, también es la cuna del moderno antisemitismo. La verdad es que nunca he comprendido por qué. Será porque no han leído a Laurence Sterne, que ya sabía que los franceses, estas cosas, saben hacerlas mejor que nadie. Francés era el Conde de Buffon, alpinista emérito de la scala naturae, quien estaba convencido de que Europa y los europeos eran más evolucionados que América y sus indígenas. Y francés fue el padre del moderno antisemitismo, Édouard Drumont, que a la par que desligó el odio a los judíos de la plurisecular y fértil tradición cristiana y su obsesión con "el pueblo deicida", trazó el primer guión de lo que acabaría convirtiéndose en la gran superproducción del antisemitismo laico (y socialista, por cierto, también): Los Protocolos de los Sabios de Sión. Todo aquello de que los judíos, como no tienen patria y son dados al cosmopolitismo, sólo saben mostrarse fieles ante el dios Mammón.

Por cierto, no sé de dónde me viene esta querencia por los judíos. Ya se sabe, es uno de los argumentos preferidos de los antisemitas. Que enuncian con la misma contundencia como si dijeran "La Tierra gira alrededor del Sol" o "El Hombre desciende del Mono". Vamos, que tan seguros están de que no se trata de una opinión sino de un hecho contrastable, que van y te sueltan aquello de: "¡Pero si tú no eres judía!". Entiéndase: sólo la Tierra cree que es redonda y a los chimpancés les hace ilusión pensar que algún parentesco tienen con los primates superiores. Así son estos confusos seres, que mezclan alegremente gimnasia y magnesia.

Pero supongo que me vendrá de mi condición de intelectual. Bueno, la de antes, la trasnochada. Todo aquello de defender causas perdidas. La tentación del abismo y la derrota. El placer de apostar a caballo perdedor. Porque no hay que engañarse: el antisemitismo ha vuelto a ponerse de moda, hay que ver lo innovadores que son nuestros contemporáneos. Pierre-André Taguieff, por poner sólo un ejemplo, lleva una década larga estudiando y documentando minuciosamente este enésimo retorno del eterno antisemitismo en tierras europeas.

Taguieff es judío y francés. Como cerca de 700.000 de sus compatriotas. Porque Francia es el país europeo con la mayor comunidad judía de la diáspora. También fue el primero que emancipó a sus judíos: el 3 de agosto de 1789, el abate Grégoire pronunció un famoso discurso al respecto, ante la primera Asamblea Nacional constituida tras la Revolución. Como también Francia fue uno de los primeros países europeos en expulsar a sus judíos, en 1394 (o sea, casi un siglo antes de que los Reyes Católicos hicieran lo propio con los judíos de Sefarad). Y como en Francia se siguen haciendo estas cosas mejor que en ningún otro lugar, es en este país donde ha prendido con más vigor la dichosa planta carnívora.

Sólo que la Shoá no se ha convertido aún en mera memoria histórica y todavía es un pedazo de memoria viva. El exterminio de dos tercios de los judíos europeos fue obra de otros europeos (y no sólo de los malvados nazis), y se tiene algún escrúpulo a la hora de retomar las sanas costumbres carnívoras de antaño. Salvo algún burro bretón como Jean-Marie Le Pen, que de vez en cuando declara que las cámaras de gas fueron "sólo un detalle de la Segunda Guerra Mundial", y los frikis negacionistas de la banda Faurisson, los franceses de hoy en día no se atreven a ventilar en público lo mucho que estiman a los judíos. Pero por fortuna para los antisemitas franceses, las tesis de los Protocolos, es decir las ideas de Drumont, son moneda corriente en los países musulmanes. Y hay muchos musulmanes, también hoy en día, en la patria del capitán Dreyfus.

Dieudonné es un francés de origen camerunés que desde la Segunda Intifada se ha ilustrado en el papel de bufón de esta corte de los milagros. No es de extrañar que el Chacal lo admire: es fácil imaginar al terrorista venezolano aplaudiendo en la cárcel el sketch que lo hizo famoso, porque todo el que en Francia tuviera acceso a un aparato de televisión pudo verlo. Desde entonces, el cómico no ha dejado de hacer reír al vulgo espeso. Ha sido demandado por injurias racistas y antisemitismo una docena de veces, pero estas peripecias sólo parecen haberlo hecho aún más popular. Y espeso.

El 8 de mayo, en su teatro "de la mano dorada", Dieudonné presentó su lista para las elecciones europeas. Una lista que se votó sólo en la circunscripción de Ile-de-France y que obtuvo un 1,3% del total de votos. Ya, claro: es poca cosa, y por suerte no obtuvo un solo escaño. Pero piénsese que en España la lista de UPyD, el partido de Rosa Díez, ha sacado el 2,8% de los votos (bien es cierto que en todo el país). Ninguna comparación es posible, desde luego: UPyD es un sano referente democrático, la lista Dieudonné es un absceso. Pero también piénsese en lo que significa que en Francia, que además es uno de los pilares más sólidos de la Unión Europea, sea hoy siquiera posible solicitar el voto de los ciudadanos para defender una sola tesis, y precisamente ésta: que Israel es la encarnación del mal, y que para ser buen francés y amigo del pueblo palestino basta con declararse antisionista.

Más aún. En algunas poblaciones y barrios, los resultados de la lista de Dieudonné dan un poco que pensar. Así, por ejemplo, en el colegio electoral nº 20 de Gennevilliers, donde obtuvo la friolera del 25,39% del voto. O en las 11 ciudades de Seine-Saint-Denis donde superó el 4%, con resultados muy superiores en zonas de Aulnay-sous-Bois (23,3%) y Tremblay (18,71%). Todavía es pronto, pero los primeros análisis reflejan que la lista Dieudonné fue votada sobre todo por jóvenes y en barrios o zonas muy poblados por inmigrantes de origen magrebí, donde la regla es la abstención.

Curiosamente, los comentarios y análisis sobre los resultados de los últimos comicios europeos han estado centrados en el giro a la derecha y el retroceso de la izquierda en la mayoría de países. Algunos, llevados por su apocalíptica sensación de derrota, hablan incluso de "auge de la extrema derecha". Pero en ninguno de estos comentarios se aborda el asunto Dieudonné. ¿Para qué complicarse la vida? Sobre todo ahora que la prensa socialdemócrata tiene las cosas tan claras: la derecha es Sarkozy; la extrema derecha, Berlusconi. ¿Cómo explicar a las buenas almas de la muelle y reblandecida izquierda europea que tan de extrema derecha es la lista Dieudonné como el partido ultranacionalista Esquerra Republicana de Catalunya?

Así están las cosas en el solar europeo. Partidos agresivamente nacionalistas y apenas solapadamente racistas, abogando por "la Europa de los pueblos" y quejándose de la burocracia y los tecnócratas de Bruselas (sólo les falta añadir "los cosmopolitas" para ponerse a tono con el espíritu de Drumond). Y cómicos de color (por tanto, eximidos de entrada de hacer penitencia por la Shoá, obra de los caucásicos europeos) ofreciendo a los antisemitas de siempre la excusa ideal para desfogarse, sin que se note tanto: basta con zurrar al monigote israelí. Una actividad que permite ser antisemita con buena conciencia, y de paso reírle la gracia a un bufón siniestro.  

Ana Nuño
http://exteriores.libertaddigital.com

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