quarta-feira, 10 de junho de 2009

Los mundos de Coraline

El famoso director Henry Selick, que fascinó al mundo de la animación con dos largometrajes inolvidables –Pesadilla antes de Navidad y James y el melocotón gigante– vuelve al revolucionar el género con la primera película en 3D estereoscópico rodada por el sistema stop motion: Los mundos de Coraline. Aparte de la novedad técnica, este film consigue crear un mundo imaginativo y fascinante, y nos ofrece un argumento tan original como inquietante.

Se trata de una adaptación de la novela infantil Coraline, de Neil Gaiman, una historia de fantasía y mundos paralelos que aborda cuestiones de indudable actualidad. Coraline es una hija única que ve con tristeza cómo sus padres nunca tienen tiempo para ella. Se han mudado desde Michigan a un solitario caserón para que sus padres puedan acabar un catálogo de flores y jardines que están escribiendo. Un día Coraline descubre un pasadizo que le conduce a un mundo paralelo aparentemente feliz, con unos padres casi iguales que los suyos, que parece le hacen mucho caso. Pero no es oro todo lo que reluce. Ese fantástico paraíso, en el que aparentemente Coraline encuentra todo lo que desea, no es más que una trampa mortal.

Con muchos referentes literarios como Alicia en el País de las Maravillas o Hansel y Gretel, Selick despliega un fascinante e imaginativo mundo visual en tres dimensiones que se entroniza rápidamente como uno de los mayores espectáculos cinematográficos de la temporada. El extraño argumento esconde una inteligente mirada crítica sobre nuestro presente. Por una lado describe con cierta crueldad la cultura del hijo único y de unos padres esclavizados por la carrera profesional. Consecuencia de ello son los hijos con vacíos afectivos importantes (Coraline) que les lleva a indagar en falsos paraísos artificiales. Paraísos que te quitan el alma y la vida. Ese mundo paralelo de personajes que han sustituido sus ojos por botones puede representar tanto la droga como las adicciones al mundo virtual (mundo paralelo por excelencia). Se trata de simulacros de realidad que seducen al principio por la riqueza que prometen, pero que a la postre te hacen perderlo todo. La paternidad, los falsos paraísos, el equívoco de las apariencias... son temas que se declinan para llegar a la misma conclusión que El mago de Oz, que en casa se está mejor que en ninguna parte... aunque la casa no sea perfecta, aunque la familia deba trabajar para ser más humana.

Hay que decir que esta película no es del gusto de todos, por su personalísima estética y sobre todo por su inquietante y agobiante trama. Pero los que disfrutaron con La novia cadáver o con Pesadilla antes de Navidad es muy probable que vuelvan a hacerlo con esta. Concebida como una película infantil, los más pequeños pueden perderse ante un complicado argumento o sucumbir ante el tenebrismo de ciertas situaciones. También hay algún guiño demasiado adulto. Pero los niños mayores de once años pueden disfrutar con este derroche de estilo visual y con interesantes moralejas. 54 platós y 18 meses de rodaje aconsejan ver este film sólo en salas que exhiban su versión estereoscópica. 

Juan Orellana
http://iglesia.libertaddigital.com/

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