domingo, 1 de agosto de 2010

"Nueva historia de España" (IX): Por qué no es bueno el separatismo

Sobre Nueva historia de España, (IX)


P. No obstante, un separatista podría preguntar, ¿por qué es buena la unidad de España?


R. Esta es, en efecto, la pregunta clave. Ellos afirman que España significa atraso, oscurantismo, que ha oprimido a diversas regiones de muchas maneras, que “roba” a vascos y catalanes, etc., por lo que lo mejor es romper con ella, tanto más cuanto que esas regiones son naciones, según ellos, y una nación carente de estado es, casi por definición, una nación oprimida. Estas ideas han proliferado extraordinariamente desde mediados de los años 70, y en general no han encontrado una respuesta adecuada desde ningún ámbito político o intelectual, o la han encontrado muy débil. Peor aún, desde el poder y los partidos se ha seguido, en general, la política de alentar los separatismos, con la esperanza vacua, ignorante de la historia, puro wishful thinking o pensamiento caprichoso, de que así se irían integrando en la política general española. La ignorancia del pasado es terrible en España, y se la ha disfrazado de virtud con el cuento de "mirar al futuro", una actitud que no es de hoy. Esa actitud se manifestó muy claramente cuando Federico Jiménez Losantos fue amenazado y tiroteado por el terrorismo nacionalista catalán. Existe otra reacción contra los secesionismos, de la llamada extrema derecha, pero es tan retórica y está tan ligada a la idea de dictadura, que surte un efecto contrario y parece justificar a los separatistas.


P. Pero usted ensalza a menudo la dictadura de Franco


R. La ensalzo como lo que fue, una respuesta excepcional a una situación histórica excepcional. Y su balance, pesando los aspectos mejores y peores, ha sido muy positivo, incluso magnífico. Bajo el franquismo no hubo alternativa democrática, porque la oposición real era totalitaria y a menudo terrorista; los único demócratas y liberales estaban muy aislados, y en general seguían en la práctica la actitud de Gregorio Marañón: ¿“Cómo poner peros, aunque los haya”, a una dictadura autoritaria, cuando la alternativa era infinitamente peor? Sin la obra del franquismo no habría sido posible la democracia, y está claro que si la democracia tiene actualmente enemigos, estos son precisamente los que se proclaman antifranquistas, entre ellos los separatistas. Pero, claro, pensar en algo parecido al franquismo como una solución, a estas alturas, me parece una locura. Yo defiendo la democracia y la defiendo precisamente contra quienes la amenazan, que son ante todo los antifranquistas retroactivos, con sus terrorismos, sus colaboraciones con el terrorismo, sus ataques a las libertades públicas, a Montesquieu, su enorme corrupción…


P. Aun así, no me ha dado usted razones por las que la unidad española es buena


R. Voy a darle una razón negativa y algunas positivas. Primero, analice usted los separatismos y verá que no tienen nada de positivos: su origen es antiliberal y, por tanto, antidemocrático. Su evolución no mejoró las cosas. A pesar de su antiliberalismo, explotaron y abusaron sin el menor escrúpulo de las libertades que les ofrecía el régimen de la Restauración y se convirtieron en un verdadero cáncer de ella. Desde luego, la industrialización vizcaína y barcelonesa de la época no les debe nada, y la causa de las libertades tampoco. En cambio, la dictadura de Primo de Rivera debe mucho al ataque persistente al régimen de libertades por parte de los separatistas, que en 1923 ya se preparaban para la acción armada. Luego, bajo la democracia, aun si muy imperfecta, que fue la II República, volvieron a jugar exactamente el mismo papel que en la Restauración, y fueron uno de los factores que llevó a la guerra civil. Y durante la transición del franquismo a la democracia, que no les debe nada porque partió del propio franquismo, se han convertido en otro foco permanente de tensión, de vulneración de la ley, de abusos de poder, de corrupción institucional –aunque no han sido los únicos--, de ataque a la igualdad y los derechos ciudadanos, a menudo en relación con el terrorismo. Los separatistas solo dejaron de ser un factor de desestabilización, solo se portaron “bien” durante las dos dictaduras, a las que no opusieron resistencia, excepto, en el franquismo, la muy tardía de la ETA. Que fue, significativamente, marxista y terrorista. También he señalado que los separatismos se portaron bien durante la guerra civil, pues contribuyeron involuntaria pero eficazmente a la derrota del Frente Popular. El balance de estos separatismos, para las respectivas regiones y por tanto para España entera, ha sido en lo esencial muy negativo. Lo cual quizá derive del hecho de que se apoyan en una versión de la historia manifiestamente falsa.

P. Es una opinión, pero déme ahora razones para la unidad española.


R. Perdone, no es una simple opinión arbitraria. Es una opinión fundada en hechos y en argumentos que he expuesto en varios libros y que no han sido refutados hasta ahora. No confundamos: la democracia admite las opiniones más diversas, pero no dice que todas ellas tengan igual valor. Y ahora le expondré por qué la unidad nacional es buena, por decirlo en términos simples...

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****Blog y fuera: “Los separatismos no pueden consolidar naciones si no cuentan con apoyo exterior”. No siempre, aunque es una obviedad que en un mundo interrelacionado el apoyo exterior es parte de cualquier conflicto --rara vez la parte principal--. La guerra civil se ganó con apoyo exterior, la Reconquista recibió ayuda significativa de Francia, Bolívar obtuvo ayuda importante de Inglaterra, Francia no estaría entre los vencedores de la I Guerra Mundial sin la masiva intervención inglesa y finalmente useña, etc. Pero de no haber mediado un firme designio de lograr tales o cuales objetivos, y capacidad estratégica para aprovechar las situaciones, ninguna ayuda exterior habría servido de nada. Vietnam del Sur tuvo mucha más y más avanzada ayuda de Usa que el Vietcong de la URSS y de China, hasta depender de esa ayuda useña. Pero perdió.

En cuanto al separatismo, la principal ayuda exterior no viene de Francia –para la que una secesión en España podría servir de mal ejemplo a algunas de sus regiones--, sino de los mismos gobiernos de España. Y del derrotismo de los que dicen ver las cosas y no se les ocurre más que dar unos cuantos gritos. Algunos pintan un panorama absolutamente negro de la situación de España: todo va mal, y además a nadie le importa. Bueno, pues si es así más vale despreocuparse y dejarse de llantos: lo que no tiene solución, mejor olvidarlo. En otras palabras, los separatistas tienen muy poca necesidad de ayuda exterior cuando el teórico enemigo dentro de España es en realidad un "amigo" dispuesto a allanarles el camino por fas o por nefas.

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Hoy, en Época

LOS NACIONALISMOS, A FAVOR DE FRANCO.


Al empezar la guerra civil, la mayoría de los nacionalistas vascos y catalanes optó por el Frente Popular. Fue una opción racional, incluso por parte de los católico-racistas del PNV, puesto que todo apuntaba a que las izquierdas aplastarían a los nacionales, al poseer, incluso de forma abrumadora, casi todas las ventajas materiales. Pero según la esperada victoria se veía menos clara, el PNV fue cambiando pronto de posición, máxime cuando la guerra llegó a Vizcaya, provincia a la que llamaban “Euzkadi”, exagerando un tanto. Entonces el PNV, hegemónico en el gobierno provincial, empezó a traicionar a sus aliados de izquierda tratando una rendición por separado con los fascistas italianos. Esos manejos se incrementaron después del bombardeo de Guernica, aunque Aguirre, de labios afuera, incitaba a los vizcaínos a una lucha heroica, que nunca se produjo. Conforme la situación empeoraba, la traición del PNV se acentuó: gracias a ella, Franco pudo capturar íntegra la industria pesada y de armamento vizcaína, cuya producción se había derrumbado bajo el gobierno nacionalista-izquierdista, y que inmediatamente volvió funcionar a toda presión.


Se trató, por tanto, de una colaboración implícita, culminada en la indicación a los nacionales de la mejor vía para copar a izquierdistas y nacionalistas, y en la rendición de Santoña, que permitieron a Franco obtener su primer gran embolsamiento, con masas de prisioneros y de material bélico. Probablemente la victoria habría llegado incluso sin esa traición de Aguirre y sus compañeros, pero al menos la entrega de la industria intacta jugaría un importante papel, en adelante, a favor de los nacionales. A ello se debió, sin duda, la represión comparativamente benévola que sufriría el PNV. Todo ello está hoy suficientemente documentado, aunque requeriría estudios más pormenorizados.


Durante ese período, el nacionalismo de izquierda catalán, dirigido por Companys, perturbó sin tregua el esfuerzo de guerra del Frente Popular. Azaña lamenta indignado “la defección de Cataluña, porque no es menos. Los abusos, rapacerías, locuras y fracasos de la Generalidad y consortes, aunque no en todos sus detalles de insolencia (…)”; y menciona “la insolidaridad, despego, hostilidad o chantajismo” de los nacionalistas, sus disparatadas iniciativas militares y económicas, la usurpación constante –lo mismo había hecho Aguirre—de las funciones del estado, aprovechando el desorden para pisotear el estatuto autonómico, etc.


Aquella situación pudo durar más que en Vizcaya, porque la guerra directa llegó más tarde a Cataluña, pero continuó hasta finales de 1938, aun si atenuada después de la pequeña guerra civil de Barcelona en mayo del 37. Todo ello benefició a Franco de modo extraordinario. El caos interno resultante, aparte de la oleada de crímenes y choques entre las propias izquierdas, explican suficientemente que cuando las tropas nacionales entraron en Barcelona, fueran recibidas con verdadero fervor por la población, o que la gran mayoría de los exiliados del primer momento a Francia volvieran a España a los pocos meses.


Ello aparte, tanto los nacionalistas vascos como los catalanes intentaron a lo largo del conflicto entenderse con los nazis, los fascistas, los ingleses y los franceses, a espaldas del gobierno del Frente Popular. Llegaron a proponer a París y a Londres la secesión de toda la zona al norte del Ebro, convirtiéndola en protectorado franco-británico, secesión ya intentada por Napoleón.


En resumen, sería sin duda excesivo decir que el triunfo de Franco se debió a la política de aquellos nacionalistas, pero esta, evidentemente, contribuyó a él, si bien involuntariamente. Y contribuyó más que la llamada quinta columna, sin quitar a esta su mérito. Posiblemente fue lo único positivo que hicieron los nacionalismos vasco y catalán durante el siglo XX y hasta ahora.


Pío Moa


http://blogs.libertaddigital.com

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