Cuando Dios vino a la tierra, no necesitó ni grandes palacios ni muchos sirvientes, tan sólo quiso tener una familia, puesto que todo ser humano necesita de la misma para un desarrollo normal y equilibrado. Por eso, la Iglesia nos recuerda cada año, con motivo de la fiesta de la Sagrada Familia, la importancia de cuidar y proteger este espacio vital donde se desarrolla el ser humano y en el que aprende lo más importante de la vida, que es ser amado y amar.
Pero por desgracia nos han tocado vivir días en los que la familia cristiana está siendo constantemente atacada por diferentes medios, como si hubiera un plan maléfico cuyo objetivo no fuera otro que destruir los pilares que sostienen la convivencia humana e incluso la misma identidad del hombre.
Pero no son momentos simplemente de atacar o denunciar el mal que se está haciendo. Estamos viviendo unos momentos para construir, aportar soluciones que sostengan y apoyen a todas las personas que viven el misterio de la familia desde la fe o simplemente desde una ética natural que asume esta realidad como la unión hecha por amor de un modo irreversible entre un hombre y una mujer para transmitir la vida en el sentido más amplio y profundo del término «vida».
Y gracias a Dios, es un inmensa mayoría silenciosa la que cada día entrega la vida por su familia, por dar lo mejor de sí mismos a su cónyuge o a sus hijos con la alegría del que goza amando y entregándose gratuitamente a los demás.
Son tiempos de luchar por la familia sobre todo en nuestra casa, dejando lo mejor de nosotros mismos para los de dentro y luchando por no desanimarnos ante las dificultades habituales que la vida familiar plantea. ¡Cuidemos nuestra familia como el gran tesoro que Dios nos ha entregado en la tierra, tomando como ejemplo a la Familia de Nazaret!
Jesús Higueras
www.abc.es
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