La victoria de Evo Morales, con un apabullante 63%, gracias a los milagros del fraude computarizado, le da el control del congreso. Una pizca más de osadía y hubiese obtenido el 99%, como acontecía en Irak con Saddam Hussein. Sin embargo, no pudo ganar en los departamentos del Oriente, que representan algo más de la mitad del territorio y albergan a la tercera parte de la población. |
Para estas elecciones se estrenó el padrón biométrico. Sonaba moderno, y el gobierno se encargó de hacer creer que es la forma más cristalina y honesta de registrar a los votantes. Un procedimiento en el que el régimen controla la totalidad del sistema informático.
Con una bancada rival de cobardes y vendidos, que cada vez que tiraban una piedra contra sus ventanas aprobaban lo que pedía el oficialismo, no hubo nadie que se plantara contra el nuevo esquema de empadronamiento.
El partido opositor Podemos, después de ratificar las leyes introducidas por el imperioso Morales, incluida su nueva constitución política, desapareció del escenario. Sus dirigentes creyeron que hacer política era montarse en el potro amansado por otros, y que disfrutarían de una placentera cabalgata donde lucirse arrogantemente. Llegaron al escenario del debate sin méritos, y se fueron como traidores.
El padrón biométrico es la base de datos que utilizará el gobierno boliviano-venezolano para seguir los pasos a cada ciudadano. Es el método totalitarista digital, altamente cuestionado y rechazado porque invade la libertad individual y la vida privada de las personas. Nadie podrá hacer una operación bancaria, usar internet, comprar leche, cargar gasolina, tomar una cerveza o utilizar su tarjeta de crédito sin que el gobierno se entere. Los servicios de inteligencia obtendrán instantáneamente su foto, sus datos personales y su ubicación.
Los que votaron son ahora prisioneros del régimen. No importa adónde vayan, es imposible escapar a la vigilancia del estado. Donde muestren un documento de identidad, o dejen sus huellas dactilares, el ministerio lo sabrá.
La violencia está a la vuelta de la esquina. El estado policial se impondrá inclementemente. El congreso permitirá el ingreso masivo de tropas venezolanas, que asumirán la supervisión militar del país, creando desazón interior y tensión fronteriza con Perú y Chile.
Las consecuencias continentales de lo que ocurrirá serán atroces. El corazón de Sudamérica está en manos de un régimen dictatorial marxista que alienta la guerrilla comunista, tal como soñaba Ernesto Guevara.
El primer país extranjero en experimentar la expansión de los ideales del venerado criminal será el pueblo que lo vio nacer. Las FARC y Hezbolá serán los encargados de llevar el terrorismo a la Argentina, donde la gran mayoría de la población se califica de izquierdas y el Che está entre los ídolos más admirados, con sus fotografías infectando desde las vitrinas de moda hasta el último cuchitril de barrio.
La influencia de Bolivia sobre la Argentina es mayor de lo que la generalidad percibe. De acuerdo a estudios científicos realizados en 2006 para la cancillería argentina sobre la base del modelo desarrollado por Paul Collier y Anke Hoeffler, en Bolivia va a producirse una guerra civil con repercusiones hemisféricas. Se calcula que entre 600.000 y un millón de bolivianos buscarán resguardo en la Argentina, con incidencia catastrófica para su economía. La Casa Rosada deberá gastar entre 400 y 1.000 millones de dólares (que no tiene) para dar cobijo a los siempre detestados cabecitas negras.
Es probable que la violencia, en efecto dominó, comience cuando Hugo Chávez decida atacar Colombia, como viene anunciando. Cuando un presidente militar, golpista, despótico, desequilibrado y presumido amenaza con guerra, hay que escucharlo.
© AIPE
JOSÉ BRECHNER, ex diputado boliviano.
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