Pocas veces ha quedado mejor retratada la indigencia moral e intelectual de esos bípedos que llamamos progres como en aquella portada de El País tras la masacre de las Torres Gemelas. Con miles de cuerpos carbonizados entre los escombros aún humeantes del World Trade Center, el diario de Prisa abría así su edición del 12 de septiembre de 2001: El mundo en vilo a la espera de las represalias de Bush. Ni el mismísimo obispo Setién obró el milagro de convertir víctimas en verdugos en tan poco tiempo.
La bomba del terrorista nigeriano que volaba de Ámsterdam a Detroit no estalló. Por suerte y por la valiente respuesta de la tripulación, no por esos controles de seguridad tan molestos y, como se ha demostrado, absolutamente ineficientes. Nada más peligroso que un político con coartada para recortar nuestras libertades, es que les encanta, oiga. Los ciudadanos terminaremos subiendo a los aviones en pelotas sin que, no lo duden, logren impedir que algún terrorista más embarque armado hasta los dientes.
Pese al final feliz, la reacción del presidente de los Estados Unidos no ha podido ser más contundente: "No descansaré hasta apresar a los responsables", "utilizaremos toda nuestra fuerza como nación para vencer a los terroristas", "este intento sirve para recordarnos la grave amenaza contra nuestro país". Ojeo El País en busca de un titular acorde con las palabras del comandante en jefe del ejército del Imperio: "Terror en el globo ante la venganza de Obama", imagino. Nada, no lo encuentro. Escudriño las páginas, pero no hay suerte. A lo mejor están en cuadro por las vacaciones de Navidad, pienso, pero en esa casa no celebran fiestas tan retrógadas. Mi desconcierto aumenta.
¿Qué habrá cambiado? No es la primera vez que me hago la pregunta. Estos tipos, los progres, reparten alegremente certificados de buena conducta moral pero no son muy amigos de los espejos. Eso les permite defender una cosa y la contraria sin despeinarse. Determinan que una guerra es justa (Afganistán) o injusta (Irak) por un papelito de la ONU, que depende del chalaneo pecuniario entre Estados, como todas las decisiones de esa gran casa de la corrupción universal. Siguen siendo marxistas, pero se han pasado de Karl a Groucho, por aquello de los principios. Finalmente veo la luz, claro que ha cambiado algo: Obama es negro. Sí, también son racistas.
Raúl Vilas
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