El Gobierno irrumpe en la Puerta del Sol. Las campanadas de Fin de Año se tiñen de azul, porque se abre la Presidencia española de la Unión Europea. Espectáculo de luz y sonido, al más puro estilo de Zapatero, que, cuando ve las cosas mal recurre, a las operaciones de imagen. Aunque la puesta en marcha del Tratado de Lisboa, con un presidente permanente de la Unión, difuminará su papel en el exterior, el jefe del Ejecutivo confía en estos seis meses para recuperarse en las encuestas.
Las fotos planetarias con Obama, la cumbre con América Latina o la del Mediterráneo, los Consejos Europeos, etcétera, jalonarán el semestre y llevarán las fotos de Zapatero a medios de comunicación de todo el mundo, pero no son el bálsamo de Fierabrás ni le van a dar muchos más votos en España.
Además, el prestigio internacional se gana demostrando seriedad y competencia en el día a día. Zapatero perdió una gran ocasión de liderar el proceso europeo al comienzo de su Gobierno, cuando ni la Francia de Chirac, ni la Alemania de Schröder, eran capaces de hacer funcionar la locomotora de Europa. Ahora, nada se puede hacer sin la aquiescencia de Merkel o Sarkozy.
Zapatero ha dicho que España es hoy más fuerte en el mundo, porque nos invitan al G-20 y hasta al G-8, pero lo cierto es que la política exterior española está salpicada de incidentes que no muestran que se nos tenga un respeto acorde con ese peso internacional. Las autoridades de Venezuela, Cuba, Guinea Ecuatorial, Marruecos o Gibraltar no han respondido precisamente con gestos amistosos a la mano tendida por el Gobierno español.
Por eso, a las palabras de Zapatero les viene bien el dicho atribuido a Churchill de que «la imaginación consuela a los hombres de lo que no han podido ser y el humor les consuela de lo que son». La cuestión está en saber si lo de Zapatero es humor o imaginación. O ambas cosas.
Luis Ayllón
www.abc.es
Nenhum comentário:
Postar um comentário