A pesar de que haya cosas, y no pequeñas, que no van bien e incluso que van mal o muy mal en el mundo y en cada uno de nosotros, hay motivos de sobra para dejar 2009 con una sonrisa.
Decía Miguel Hernández en sus “Nanas de la Cebolla” compuesta en la cárcel para su hijo: Ríete niño, que te traigo la luna cuando es preciso. Tu risa me hace libre, me pone alas. (…) Es tu risa la espada más victoriosa, (…) ríete siempre. (…) Siempre en la cuna defendiendo la risa pluma por pluma.
Si eso logra la alegría de un niño, sabemos que hará la alegría del Niño Dios “¡El gozo del Señor es nuestra fortaleza!” (dice el Espíritu Santo en el libro de Nehemías)
Si al mirar 2009 ves todo negro, ¡Cómprate unas gafas nuevas! Es como si una madre o un padre sólo contaran las penas de su trabajo, familia, amigos... se harían insoportables.
Al recordar a Juan Pablo II, el que fuera su portavoz decía: “El buen humor a los dieciocho o veinte años es una obligación biológica; a los cuarenta o cuarenta y cinco, ya requiere un cierto esfuerzo de la voluntad; a los setenta años, mantener el buen humor es un acto de virtud. Cuando esa actitud es sostenida hasta la muerte, con voluntad de olvidarse de la carga de pesadumbre y deterioro físico que nos van dejando los años, se trata de un auténtico milagro”.
Serrat elogiaba en una de sus canciones al que se sonrió con razón, como lo hacen los bobos sin ella. Es muy posible que tengas motivos de alegría interior. Pero es importante que también se trasluzca en el rostro.
Un motivo más es que la risa puede ser contagiosa:
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