Zapatero tiene especial predilección por las zanjas. Su política económica no ha consistido en otra cosa que en dilapidar dinero público para que los gallardones de turno nos hagan la vida imposible a viandantes y conductores. Pero no son estas, y que me perdone la familia del joyero fallecido en la intransitable calle Serrano de Madrid, las trincheras más dañinas que ha excavado el hijo del viento monclovita. Igual que se han abierto, se cerrarán. En eso consiste el milagro económico keynesiano, un disparate.
En seis años Zapatero ha dejado la sociedad española mucho más agujereada que la milla de oro madrileña. Desde los atentados del 11-M y su consecuente llegada al poder, los socialistas han sabido tapar la incompetencia del peor Gobierno español desde el Frente Popular, con políticas sectarias que sólo buscan crear división y enfrentamiento entre españoles. Con la maniquea "memoria histórica" como punto de partida, la poderosa artillería mediática ha trazado una línea entre españoles buenos, de izquierdas, y españoles malos, de derechas. Como siempre, los primeros en creérselo han sido los representantes –no practicantes– políticos de los malos. Marianos, sorayas y cía rápidamente han cruzado la línea. Ellos ahora también son buenos. ¿Qué culpa tienen los pobres, tan modernos, dialogantes y moderados, de deber su escaño a los votos de gente tan cerril?
En esta legislatura la prioridad es la laicidad. Aquí los malos son los cristianos, los buenos todos los demás. Quizá sea, por absolutamente innecesario, lo más revelador de los verdaderos propósitos del hijo del viento. En 31 años de vida jamás he pisado una iglesia más que por su interés artístico o invitado a alguna celebración. Nunca, y digo bien, nunca he tenido el más mínimo problema. Ningún cura ha venido a mi casa a secuestrarme. Asistí a clases en las que se colgaba un crucifijo y, ya ven, no tengo ningún trauma. España es desde hace tres décadas un Estado aconfesional, laico en la práctica, tanto me da, como debe ser. Pero eso no significa ser anticatólico o anticristiano. Todo lo contrario. Forma parte de la cultura cristiana. Desde el Evangelio –al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios– hasta la Ilustración. Si les moviese la defensa de la laicidad del Estado, la promoverían donde no existe. En Marruecos, Irán, Siria... No veo yo a Curro Moratinos muy dispuesto. La doctrina aquí cambia: el islam es civilización, aliémonos.
Como la crisis económica –que es la única oposición al Gobierno– no lo impida, en pocos años veremos calendarios con el Ramadán en letras rojas. El 25 de diciembre será el Solsticio de Invierno. Todavía no lo han prohibido: Feliz Navidad.
Raul Vilas
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