Se podría hablar hoy de la alevosía y nocturnidad de los tejemanejes para aprobar la reforma sanitaria americana, o de la noble resistencia de los iraníes por revocar la opresión de Ahmadineyad, o de la estelar intervención de la jefa de la diplomacia europea contra Israel, o de la lucha contra la droga que ensangrienta Méjico, pero en su lugar lo haremos del Niño que nació en Belén.
España llega a esta Navidad en una situación de disgregación tal que si Ortega volviera a escribir España invertebrada le añadiría un signo de exclamación, y acaso hasta un taco. La multiplicación de intereses creados, organizados en comunidades autónomas separatistas, en sindicatos, en partidos, en asociaciones presuntas defensoras del derecho de autor, o del progresismo animado, en contra de los individuos y de la nación, está tensando la piel de toro a un punto que ni siquiera el que advertía en España esa indecente salud, a la vuelta de la Guerra Civil, hubiera dejado de asombrarse.
La inquietud que esta situación genera, incluso a sabiendas de que hemos salido de peores, no es poca.
Otras cosas levantan el ánimo: el fracaso de los apocalípticos del cambio climático, la posibilidad de que el radicalismo de Obama le lleve a malos resultados en las próximas elecciones de parte del Congreso en 2010, y a ser probablemente un presidente de un solo mandato, la revuelta pro-democrática y de separación del poder de las autoridades religiosas en Irán, la resistencia de Israel ante quienes quieren borrarlo del mapa, la valentía de países enteros como Colombia o Méjico frente al terrorismo y el crimen organizado, o la decisión de Chile de dejar atrás hasta el socialismo moderado, constatando que una legislatura es suficiente.
¿Tiene esto que ver esto con el niño de Belén? Para los que cuentan los años a partir de Cristo, el mundo era tierra de opresión. Aunque con un dominio político claro, el de Roma, reinaban la injusticia y la maldad, los amiguismos, corruptelas y oscuridad. El mensaje del Niño a este caos, que es lo que casi siempre ha sido el mundo, queda resumido en la aspiración evangélica a la verdad que os hará libres, y a la insistencia en el cultivo, la defensa de esa libertad. Así en San Pablo:
Echa a la esclava y a su hijo, porque el hijo de la esclava no va a compartir la herencia con el hijo de la mujer libre. Por lo tanto, hermanos, no somos hijos de una esclava, sino de la mujer libre. (…) Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud.
Para preservar esa libertad es imprescindible ofrecérsela de corazón a los hombres de buena voluntad, ya sea para que la rechacen. Siguiendo a Obama, lo que no nos ocurrirá mucho, en una expresión no del todo humilde del discurso del Nobel: “No traigo hoy conmigo una solución definitiva a los problemas de la guerra”. A muchos les sorprenderá menos, e incluso quizá no les decepcione nada, pero nosotros tampoco. Ni a los del mal, la enfermedad, el hambre, el enfrentamiento entre sociedades o la decadencia de los pueblos, pero si la era comenzó con el llamamiento a la libertad de los que nacen de mujer libre y no esclava, aquilatado en el camino que va de Belén a Jerusalén, quizá sea hora de dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios, para al menos entendernos en un mundo más habitable y propicio a la convivencia.
Decía Ortega de Francia que con Voltaire a babor y Bossuet a estribor, se puede navegar. De acuerdo, pero anda nuestro Voltaire subidito de tono, y nuestro Bossuet algo disminuido. Un poco de equilibro, no vaya a haber que recordar las estremecedoras palabras de Solyenitsin en Archipiélago Gulag: “Puedes rezar libremente, siempre que sólo Dios te oiga”. Mucho cuidado, pues, a unos, con sustituir lo que para ellos son supersticiones milenarias con idolatrías a nosotros mismos, cuyos resultados ya hemos visto en la Historia. Y a los otros: que un exceso de bondad mal entendida, no les lleve nunca a ceder irresponsablemente lo que no deben. “La herencia de tus padres”, decía Goethe, “conquístala para poseerla”. Añadimos: y no te la dejes birlar.
Libertad para todos, pero reclamando legítimamente la tranquilidad del orden, de la justicia…de la Noche de paz: ¡Feliz Navidad!
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.
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