"Una de las tragedias de nuestro tiempo es que todas las opiniones valen lo mismo, y se puede opinar de todo"
Juan Manuel de Prada y Libros Libres han conseguido, en una magnífica edición, poner de actualidad a un autor perfectamente desconocido en España, de una fastuosa inteligencia y un don poco común para escribir bellamente sin perder espíritu crítico ni habilidad para ir a la raíz de las cosas importantes. Hablamos del argentino Leonardo Castellani, de cuyos artículos, recogidos en este “Cómo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI”, hablamos hoy con Juan Manuel de Prada.
Castellani resulta, para cualquiera que no lo conociera con anterioridad, un escritor muy culto, brillante en la expresión y políticamente incorrecto. ¿Hacen falta Castellanis en el mundo actual?
¡Y tanto que hacen falta! Yo creo que si algo llama la atención cuando leemos a Castellani es, además de eso que comentas, la capacidad para ir a la raíz de los problemas, de no perderse en juegos un poco vanos y estériles, y una gran capacidad para entender el meollo de los grandes asuntos de nuestro tiempo. Eso es lo que a mí me dejó estupefacto en él. Para esto hace falta ser un escritor que vaya a la verdad profunda de las cosas, y esto desgraciadamente en el mundo en que vivimos es muy difícil. Yo creo que ni los propios medios de comunicación ni la dinámica de la vida nos permiten taladrar esta especie de costra o de capa de confusión y de barullo en la que estamos metidos, y esto hace que un escritor como Castellani, tan lúcido, tan clarividente, sea cada vez más insólito. A ello naturalmente se suma la naturaleza especial de su vocación literaria que está muy íntimamente ligada con su vocación religiosa, con su fe. Esto ya lo convierte en un escritor insólito. Y sí, yo creo que en el ámbito católico necesitaríamos un escritor como Castellani, con la gracia de Castellani, con la cultura de Castellani (cultura revitalizada, no erudita, no muerta), y con la capacidad para diseccionar los grandes asuntos. Pero bueno, ante esto no hay más que esperar a que llegue.
El libro, que es una delicia para el lector, deja bien claro que el autor se atreve con todos, incluso con “popes” de la literatura y el pensamiento como Joyce u Ortega…, para atreverse a escribir así hay que tener las cosas muy claras, ¿no?
Sí, sin duda. Primero, hay que tener una concepción, no sólo de la literatura o de la estética, sino en general de la vida. Yo creo que Castellani tenía una visión de la realidad, y por tanto de sus múltiples facetas, absolutamente unificada por su fe en Cristo, y esto es algo que inmediatamente se percibe, escriba sobre lo que escriba, sobre política, sobre literatura, sobre educación, sobre cualquier asunto del que trate. Y es un escritor que no tiene miedo a nada, no acepta ninguna tiranía impuesta del pensamiento, no contemporiza, no se arredra ante nada…, esto a veces le hace ser arbitrario, con esa santa arbitrariedad que sólo tienen los grandes. E incluso podemos considerar que a veces se equivoca en su manera de repartir mandobles, o que se excede. Porque en él también hay ese rasgo casi rozando la locura, quijotesco, de arremeter contra molinos de viento, sin protección, a pecho descubierto. Pero todo esto es porque tiene el ardor de la verdad, y esto hace que la lectura sea muy atractiva, suculenta, es una lectura que constantemente te sorprende, te desmonta mitos que tienes encumbrados, te desenmascara mentiras que habían sido elevadas al rango de verdades, y eso hace que su lectura sea un festín para la inteligencia, porque constantemente está poniendo a prueba tu capacidad para rebelarte contra los tópicos heredados.
Castellani demuestra tener mucha y buena información sobre la España de la época, y en uno de los artículos dedicados a España toma partido de forma nítida por Franco en la Guerra Civil, ¿puede ser ésta una de las razones por las que este escritor ha sido ocultado en nuestro país, e incluso en el suyo propio?
Hombre, puede formar parte de las razones, pero yo creo que la razón es más profunda, yo creo que la razón es porque es un escritor antimoderno, él detesta lo que la modernidad ha traído, desde el liberalismo hasta todo lo que ha venido después, y por tanto es un escritor muy adverso a lo que es el pensamiento hegemónico hoy en día, a lo que yo llamo el “matrix progre”. Esto lo convierte en una especie de ácido sulfúrico para el pensamiento del matrix progre. Yo le he seleccionado dos artículos sobre la Guerra Civil, uno en el que pone pingando a Ángel Ossorio y Gallardo, a propósito de un libro que éste anota o traduce, y luego otro artículo, que es muy interesante, sobre tres modos católicos de ver la Guerra Civil española, que es un artículo escrito en plena guerra, y en donde él toma partido por Franco pero al mismo tiempo hace comentarios muy poco complacientes con el mismo Franco y con el bando nacional, incluso con la propia Iglesia española. Es un escritor muy difícil de encasillar, Castellani no es un escritor que actúe con ideas fijas, no es un escritor de prejuicios, sino que su escritura siempre es muy juiciosa, y tiene ese ardor denodado de buscar la verdad, de abrazarse a la verdad, que es lo que a mi modo de ver hoy resulta insufrible para un clima intelectual tan contemporizador con la mentira. Esto hace que Castellani sea un autor muy incómodo.
Da la impresión de que hoy los católicos estamos atemorizados por la corriente relativista que ha impuesto la izquierda, ¿nos falta valentía, audacia, o talento?
Quizá las dos cosas. Hay una herencia nefasta de contemporización con la época, es un mal que la Iglesiaarrastra desde hace décadas, o incluso siglos, es lo que Castellani llama el “modernismo religioso”. Eso se ha arrastrado durante siglos y ha hecho que en el seno de la Iglesia se haya impuesto también una contemporización con nuestra época. Y a veces escribir sobre determinados asuntos o afirmar determinadas cosas se considera improcedente, o de mal gusto, etc. Y luego yo creo que en el seno de la Iglesia católica ha ocurrido algo evidente, que ahora estamos pagando, y es que ha habido ámbitos que se han descuidado mucho, probablemente también como consecuencia del deterioro que ha sufrido el tejido de la Iglesia, por la falta de vocaciones, por la secularización, etc., ámbitos como el literario, artístico, intelectual, filosófico…, se han descuidado mucho y esto ha hecho que la Iglesia, en el debate cultural e intelectual, haya pasado a posiciones de retaguardia, no tiene grandes artistas ni grandes pensadores que defiendan sus postulados, ni entre el clero ni entre los seglares, y esto ha empobrecido a la Iglesia y la ha situado en una posición difícil en este momento especial que vivimos. Yo, por eso, creo que la lectura de escritores como Castellani, como Chesterton, escritores que tienen un pensamiento muy atractivo, que son además fieles a la ortodoxia y que escriben de una manera literariamente hermosa son una lectura muy buena para los católicos. Yo creo que este tipo de escritor, que es insólito en nuestro tiempo, trasmite una vibración especial, transmite un optimismo, unas ganas de pensar que lo que ellos mismos defienden se puede seguir defendiendo con la capacidad argumentativa que ellos tienen y con los primores del estilo que tienen.
Castellani habla en varios de sus artículos de la educación que, por ejemplo, en España está en manos de la izquierda o de los nacionalismos. ¿Se puede creer verdaderamente en un país mejor el día de mañana, teniendo en cuenta que las nuevas generaciones se educarán en el sistema actual?
El consuelo que nos queda es que la Historia nos demuestra que en todo hay un movimiento pendular, y que la degeneración de las cosas lleva al vacío. En ese sentido, podemos pensar que el estado actual de degeneración de la educación no va a ser infinito, o no va a ser posible que continúe indefinidamente. Tal y como están hoy las cosas, las expectativas son francamente muy sombrías. Es curioso, porque los artículos de Castellani sobre tema educativo son especialmente actuales, si hay una sección del libro por la que parece que no ha pasado el tiempo es precisamente ésta. Algunas de las cosas que él dice en sus artículos las estamos viendo hoy, por una parte una educación sin principios, sin una armazón intelectual que conduzca a unos primeros principios que sirvan para dar coherencia a la realidad, se da información dispersa, información deslavazada, información desvinculada y además dependiente de cada pequeño reino de taifas, y luego la perversión de la inteligencia y del sentimiento a través de la educación. Es la ideologización de la educación, que es un proceso muy largo que ahora corona con Educación para la Ciudadanía. Evidentemente, las expectativas son malas pero también es cierto que la Historia pega muchos revolcones y no podemos caer en el pesimismo aciago. Ahora, evidentemente el diagnóstico que podemos hacer con una educación como la actual es pavoroso, con varias generaciones formadas en los contravalores ideológicos que se les quiere inculcar para convertirlos en remesas de votantes futuros y con unas expectativas para determinados ámbitos de la supervivencia social que hasta la fecha sobrevivían, como el Derecho, ¿no? Qué jueces y qué abogados pueden surgir de una educación como ésta, cuando se para uno a pensarlo es algo escalofriante. O sea, que sí, efectivamente, los tiempos que vienen son sombríos, pero bueno, dice Castellani que el demonio dispone de mejores armas para el mundo que los buenos, pero dice también que siempre se le olvida cerrar la tapa de la olla, y hay que esperar eso, que se les olvide cerrar la tapa de la olla. En eso consiste la esperanza del cristiano.
Hablando de la política de hoy, es curioso cómo la izquierda ha conseguido imponer sus mentiras de consenso a la sociedad, y cómo la derecha, ante eso, mantiene un silencio cómplice realmente desolador. ¿Hasta cuándo, en su opinión, durará ese complejo de la derecha española?
Durará mientras no postule otra visión alternativa de la realidad. El gran problema de la derecha, que se inicia trasla Revolución Francesa, y de forma muy marcada tras la Segunda Guerra Mundial en Europa, y en España tras la dictadura de Franco, es asumir que los valores o contravalores de la izquierda son el terreno de juego en el que se tiene que desarrollar el partido. De tal manera que la derecha se ha convertido en una especie de pelele, de payaso de las bofetadas que lo único que puede hacer es correr detrás del balón y esperar a que el árbitro, que naturalmente se rige por unas normas de juego marcadas por la izquierda, detenga el partido, le pite falta, le pite fuera de juego, le pite lo que le dé la gana, ¿no? Una de las cosas más desternillantes que uno se pueda imaginar es precisamente ver cómo la derecha está obsesionada con ser de centro, cosa que es imposible porque el centro siempre lo va a determinar la izquierda, el centro siempre va a ser lo que la izquierda dictamine que sea. Hace 30 años, ser de centro era ser partidario del divorcio, 30 años después ser de centro es ser partidario del aborto, y dentro de 30 años ser de centro será…, pues yo que sé, arrojar bombas nucleares al paso de los niños a la salida del colegio si quieren…, el centro siempre estará donde a la izquierda le dé la gana. Y esto es un problema que tiene diversas expresiones a lo largo de la Historia Moderna y Contemporánea, pero que tiene su origen claramente en eso que Castellani denuncia en varios de sus artículos, y concretamente con el artículo fastuoso con el que se abre el libro, que es sobre el liberalismo, considerar que el orden que debe regir en las relaciones sociales es el orden que nace en la revolución. La derecha se ha convertido en la conservadora del orden revolucionario, esencialmente.
Usted participa en algunas tertulias, y es fácil observar cómo algunos gritones logran imponer sus alaridos al intento que Vd. hace por razonar; hay alguna referencia también a esta cuestión en su introducción al libro…
Esa es una de las tragedias de nuestro tiempo. Durante la Historia de la Humanidad sí hubo la posibilidad de determinar a través de la razón, qué era lo bueno y lo malo, de establecer juicios objetivos sobre determinadas cuestiones pre-políticas o de Derecho Natural, cuestiones que eran previas al debate ideológico. Hoy en día esto se ha roto, la razón ha enloquecido, todas las cuestiones se discuten, pero además todas las opiniones valen lo mismo. Tú te has podido tirar toda tu vida estudiando a Homero, y entonces llega un señor analfabeto, que no ha leído a Homero en su puta vida, y dice que Homero es una puta mierda, y aunque tú digas que Homero es la quintaesencia de la maravilla, pues da igual, su opinión vale lo mismo que la tuya. Esto es una cosa pasmosa que ha ocurrido en nuestra época, y que ha provocado la absoluta destrucción y degeneración del pensamiento: todas las opiniones valen lo mismo y además se puede opinar sobre todo, porque todo es opinable. De tal manera que vamos directamente caminando hacia el caos y por supuesto dispuestos a ser engullidos por él. Éste es el gran problema de nuestra sociedad, como no hay posibilidad de encontrar soluciones a través de una razón colectiva, y puesto que todos opinan (no importa su preparación ni nada de nada) vamos a una sociedad infinitamente conflictiva, una sociedad de todos contra todos, a la greña, como estamos viendo en todos los órdenes sociales, desde el orden administrativo (unas regiones revueltas contra otras, queriéndose apropiar del agua de los ríos y hasta del flamenco si es necesario), hasta el orden familiar, la familia convertida en un campo de Agramante donde el divorcio y todo tipo de brutalidades, desde los malos tratos hasta el aborto, triunfan. Esa es la enfermedad de nuestra época.
Por último, ¿qué debe aprender un periodista o un escritor católico de Castellani, qué ejemplo debe tomar en su trabajo diario?
Castellani nos ofrece muchos ejemplos, algunos desgraciadamente no están a nuestro alcance, porque su gracia escribiendo, su talento, su genialidad, es una cosa que uno no puede aprender. Se puede admirar pero no aprender. Fuera de eso, Castellani es un escritor que ante todo nos puede servir como ejemplo de lo que es la lealtad y la altura de miras, la adhesión profunda a unos valores que para él estaban representados en la fe que profesaba. Castellani lo pasó muy mal en vida, él fue expulsado de la Compañía de Jesús cuando tenía 50 años, y en años muy difíciles, en los que no pudo ejercer públicamente el ministerio sacerdotal, se mantuvo fiel. Luego, en los años ´60 fue restituido, y pudo volver a decir misa hasta el final de su vida, pero hubo unos años muy difíciles para él. Y él se mantuvo en las dificultades más extremas siempre ortodoxo. Lo pasó muy mal, pasó necesidad, humillaciones, trabajó en oficios manuales para poder vivir, y nada de esto lo arredró, nada de esto lo alejó de la fe. En ese sentido, creo que es un ejemplo. Y también creo que es un ejemplo su capacidad para ir a la esencia de las cosas. Yo creo que en esta sociedad tan consumidora como tenemos hoy en día, tan enloquecedoramente conflictiva, en la que todo toma inmediatamente un sesgo ideológico, Castellani es un ejemplo que aparta toda esa maleza, esa hojarasca, se abre paso entre toda esa cochambre y llega hasta el fondo de las cosas, que es algo que hoy desgraciadamente los hombres de nuestro tiempo, incluidos los católicos, no somos capaces de hacer, nos perdemos, nos enredamos en esa maleza, en esa hojarasca con las que los que nos quieren confundir a veces logran confundirnos.
Rafael Nieto
www.diarioya.es (23-12-2009)
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