Por los siglos de los siglos, el Barcelona de 2009 se asegura la página más bonita de la historia del fútbol. Nadie lo ha hecho tan bien y nadie ha ganado todo lo que ha jugado. Seis títulos seis, que se dice pronto, para el Barça de Guardiola, que justifica más que nunca su condición de símbolo azulgrana. Cogió al equipo cuando era un juguete roto y ha formado al mejor conjunto que se recuerde, al menos con los números en la mano. Ayer, en un acto de fe encomiable, se adjudicó el título de campeón del mundo y enterró una deuda que tenía con la historia. Por encima de todo, y para siempre jamás, ahí queda el Barcelona.
Es el triunfo de un estilo que casualmente ayer no supo explotar en una final fea y que se le complicó más de la cuenta cuando tomó ventaja el Estudiantes, digno oponente que aguantó hasta el minuto 89. Le faltaron sesenta segundos para rozar la gloria, pero no contaba con Pedrito, tan histórico como el Barça. Su cabeza celestial llevó el partido a la prórroga y ahí ya no tenía gasolina el conjunto argentino, limitado a las apariciones de un Verón demasiado solo y al que los años le empiezan a pesar demasiado.
El primer tiempo del Barcelona fue malísimo, las cosas como son. No empaña el resultado final, pero fue un equipo desdibujado y más espeso que nunca en la creación. Basta decir que no hubo ni un disparo a puerta, ni uno, en los 45 minutos iniciales. Ni Messi, ni Ibrahimovic ni mucho menos Henry, quien consume su último depósito campando sin gracia por el césped. Además, la medular no encontró salidas y la zaga fue condescendiente en la jugada del tanto, que llevó la firma de Boselli. Buen cabezazo el suyo, aunque en fuera de juego por muy poquito.
Pedro cambia el ritmo
Hubo bronca de Guardiola en el vestuario. No cabe duda después de ver la salida de sus chicos en la reanudación, nada que ver con la torpeza inicial. Pedro entró por Keita, lesionado, y el cambio de imagen fue radical sin que tampoco ofreciera su mejor repertorio. Secuestró al balón y lo tocó hasta hartarse, llegando por bandas y chocando siempre con la muralla suramericana. De hecho, el dominio tampoco derivó en ocasiones claras hasta que se metió de por medio Pedro, futbolista que tiene el don de estar en los momentos más necesarios. Se le reclamó para conquistar la Supercopa de Europa en Mónaco y ayer fue tan decisivo como Iniesta en Stamford Bridge o como Pinto en aquel penalti ante el Mallorca que le mantuvo vivo en la Copa del Rey celebrada luego en Valencia. Hasta en eso tiene magia el Barcelona, ayudado por los dioses y con la suerte de cara cuando pintan bastos.
Ya en el tiempo suplementario, con media hora por delante, el Barcelona impuso la calma. Siempre con la misma idea, no encontraba el remedio para perforar la zaga argentina, tan expeditiva como agresiva cuando la situación lo requería. Olía a penaltis, pero Messi se negó a que el campeón del mundo se decidiera por esa vía tan aleatoria. El centro de Alves fue magistral y el recurso de Leo simplemente merece un olé. Con el pecho, con el alma, con todo el corazón impulsó la pelota al paraíso, que desde ahora ya sabe el Barcelona lo que es. Pues sí, seguramente empieza ahora la época negra que intuía Guardiola, pues hacer lo que ha hecho el Barça 2009 es casi irrepetible. Tan irrepetible como Guardiola.
Enrique Yunta
www.abc.es
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