Desde hace tiempo mantengo la costumbre de pasar los últimos días del año en una nación extranjera. El distanciamiento me permite ver con cierta perspectiva el año que acaba de concluir y, a la vez, me facilita establecer comparaciones –no siempre odiosas– con lo que sucede en España. Para hacer balance del 2009, he optado por un país de la Unión Europea y, más en concreto, Francia. Eh bien..., se preguntarán inmediatamente algunos ¿cómo están viviendo los franceses eso de la crisis?
Desde luego mucho mejor que nosotros porque a diferencia de lo que sucede al sur de los Pirineos ya están saliendo mientras que a los pobres españolitos de a pie nos queda por pasar lo peor. Sin embargo, en eso me detendré en otra entrega. En ésta voy a centrarme en una de sus características más notables y beneficiosas: el sentido de patria. No me refiero con ello, por supuesto, a su más que conocido chauvinismo o a la presencia de la bandera nacional en todas partes. No, eso es más que sabido. Permítanme ponerles un ejemplo bien revelador.
El año 2009 ha sido el centenario del nacimiento de Juan Calvino, uno de los reformadores más importantes del s. XVI. Mientras que en España de la fecha no se ha enterado nadie –una muestra más de la cultura de nuestros medios de comunicación y, en especial, de las secciones de religión–en Francia lo han celebrado por todo lo alto. Aparte de exposiciones, seminarios y ciclos de conferencias, una encuesta pública lo proclamó el segundo francés más importante de la Historia. Teniendo en cuenta que la teología de Calvino se halla en la base del desarrollo del capitalismo en el norte de Europa –como muy bien supo ver el catedrático español Prados Arrarte– y que es el punto de origen de las revoluciones puritanas del s. XVII en Inglaterra y de la independencia y constitución de Estados Unidos, la conclusión tiene lógica. Pues ahí quiero detenerme.
Francia en términos políticos es un Estado laico y con mayoría sociológica católica. Sin embargo, no tiene problema alguno en considerar que el segundo personaje más importante de su Historia es un protestante que, por cierto, este año ha obtenido un lugar en la magnífica colección de «La Pleiade», de Gallimard, al lado de Moliere, de Victor Hugo o de Balzac.
La «grandeur de la France» está por encima de divisiones religiosas o políticas. Puede honrar a Luis XIV –lo ha hecho con una gran exposición este año– y a los protagonistas de la Convención que decapitaron a Luis XVI, puede tener una estatua dorada de Juana de Arco a unos pasos del Louvre y considerar que sólo ha habido un francés más importante que Calvino, puede sentirse orgullosamente republicana y, a la vez, asimilar los logros de la pasada monarquía.
Buena lección para nosotros, que ni tenemos una colección literaria como «La Pleiade», que hemos logrado convertir en misión imposible el poder leer a algunos de nuestros clásicos – si es que no los hemos expulsado del sistema educativo– y que consentimos que un resentido aniquile la Historia y a la nación porque a uno de sus abuelos lo fusilaron los del bando al que pertenecieron buena parte de los padres de sus compañeros.
Lo de Francia es «grandeur», lo nuestro, la mezquindad que explica nuestros fracasos.
César Vidal
www.larazon.es
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César Vidal Manzanares, Hombre Sabio
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