La comunidad internacional está que trina con Roberto Micheletti. Este hondureño de pelo blanco y pantalones bien sujetos a la cintura que el 28 de junio pasado tuvo que asumir interinamente la Presidencia de Honduras para evitar la implantación de una dictadura chavista tuvo también la osadía de defender con firmeza la Constitución de su país, en contra de la voluntad de la comunidad internacional, que pretendía que la violara. |
Estados Unidos, España, Venezuela, Cuba, la Unión Europea, la ONU, la OEA y tutto il mondo, vamos, ¡la comunidad internacional!, querían que la crisis hondureña se resolviera según sus intereses y caprichos. Micheletti se negó a complacerlos y dejó muy en claro que cualquier solución tenía que ser dentro del marco constitucional y legal de Honduras. Contra viento y marea, Micheletti luchó, resistió y venció. ¡Una afrenta insoportable que para algunos mandatarios arrogantes merece escarmiento!
La comunidad internacional cree ahora tener un plan para castigar y humillar a Micheletti y, por consiguiente, a Honduras. Porfirio Lobo, quien ganó con amplia mayoría la Presidencia de la República en las elecciones del 29 de noviembre, ha revelado que algunos países le han comunicado que su Gobierno sólo será reconocido si Micheletti dimite antes del 27 de enero, fecha establecida por la ley hondureña para el traspaso de poderes. ¿Alguna razón de peso? Ninguna. Se trata sólo de un chantaje puro y duro para despojar al presidente Micheletti, salvador de la democracia en Honduras, del honor de imponer a Lobo la banda presidencial.
Al mismo tiempo, la comunidad internacional pretende algo más siniestro: quiere probar que en Honduras hubo un golpe de estado, que ella no lo aceptó y que no parará hasta expulsar al golpista. O sea, que está dispuesta a reconocer al presidente electo pero no al supuesto golpista. ¡Menuda jugada sucia, la pretendida por la susodicha!
¿Y cómo intenta materializarla? Arturo Valenzuela, secretario de Estado adjunto para Latinoamérica del Departamento de Estado de EEUU, nos lo ha revelado. Después de las elecciones del 29 de noviembre, Valenzuela, que es uno de los que cree que hubo golpe de estado, dijo que el siguiente paso que tiene que dar Honduras es formar "un gobierno de unidad nacional".
Pero el caso es que ese Gobierno quedó establecido el 5 de noviembre, con estricto apego a lo convenido en el Diálogo Guaymuras-Acuerdo de Tegucigalpa/San José, suscrito el 30 de octubre entre delegados de Micheletti y Zelaya. Éste pretendía presidir el Ejecutivo, y como no lo logró se negó a nombrar representantes suyos. Pero, claro, el capricho del ex presidente no invalida el acuerdo. Lo que en verdad sucede es que a la comunidad internacional no le gusta porque lo preside Micheletti. Se comprende, pero ese es otro cantar.
¿Qué le queda, entonces, por hacer a Honduras? Pues lo de siempre: resistir. Resistir, una vez más, las presiones abusivas y prepotentes de la comunidad internacional. Y es que en Honduras no hubo golpe de estado alguno, como lo demostró un estudio serio y en profundidad que hizo el Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos.
La lección que dio Honduras a toda América Latina al destituir legalmente a Zelaya con la autoridad de su Constitución y de sus leyes es ésta: ningún presidente, aunque haya sido elegido en elecciones libres y democráticas, tiene por ello el derecho a hacer, desde y con el cargo, lo que le venga en gana, pues está sujeto, como cualquier otro ciudadano, al imperio de la ley. Es una lección ya dada, y nadie puede revertirla. Pero para que brille en todo su esplendor simbólico, debe ser el presidente Micheletti, salvador de la democracia hondureña, quien, el 27 de enero de 2010, imponga la banda presidencial a Porfirio Lobo Sosa.
En cuanto a la comunidad internacional, debe reconocer que se equivocó en Honduras, respetar las decisiones de los hondureños y abandonar sus persistentes y perversos intentos de imponer su voluntad en ese país.
JORGE SALAVERRY, ex embajador de Nicaragua en España.
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