La intervención ayer del presidente del Gobierno ante el Parlamento Europeo -con un tercio de «público»- para presentar los objetivos de la presidencia española fue mediocre y rutinaria. Sus propuestas principales oscilaron entre la vaguedad y la facilidad. Entre éstas incluyó una orden europea de protección a mujeres maltratadas, asunto en el que Zapatero se siente cómodo y con el que sabe de antemano que no recibirá críticas ni oposición. Fue el único pasaje de su intervención en el que recibió aplausos. En lo demás, se trató de un discurso superficial con escaso contenido institucional y sin compromisos efectivos. Para ser la primera presidencia de turno tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, los objetivos expuestos por Zapatero tienen muy bajo nivel. La presidencia permanente que ostenta Van Rompuy ha ensombrecido la española de este semestre, pero entre intentar competir con el belga y estrenarse en el Parlamento Europeo con un exposición de ideas vagas media una diferencia que Zapatero debió haber valorado con más acierto.
Como ocasión para ganar brillo exterior y recuperar imagen interior, la de ayer se perdió, sobre todo porque Rodríguez Zapatero sigue manejando unos recursos retóricos y políticos desgastados e insuficientes para las responsabilidades que tiene encomendadas. Pedirle a estas alturas a Europa que «apuesta por sí misma» y defender que en el comercio hay que «levantar barreras, no ponerlas» es ocupar el tiempo de un discurso con ideas mil veces oídas, y que son banales si no van acompañadas de calendarios, proyectos y compromisos. No mejoró con las referencias al «coche eléctrico», lo único en que se mostró concreto, o a la culminación del Plan Bolonia para conseguir «una universidad más europea», sin concretar en qué consiste este objetivo -¿no lo son ya Oxford y Cambridge, Salamanca y Sorbona?- y desconociendo la actitud crítica que hay en muchos países europeos hacia este programa de enseñanzas superiores. Estos son sólo rasgos de un mal de mayor envergadura: la falta de entidad política del Gobierno español ante los grandes países europeos para aspirar al liderazgo de la Unión Europea durante seis meses muy complicados por culpa de la crisis económica. Bien pudo aprovechar este escenario de dificultades para concretar sus referencias al mercado energético europeo y al pacto social, pero Zapatero sólo amagó en ambas cuestiones, eludiendo desarrollos -y así le fue reprochado en la Eurocámara- que revelaran contradicciones con su posición antinuclear y con el fracaso del diálogo social en España.
Editorial ABC
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