sexta-feira, 22 de janeiro de 2010

Haití: ayer, hoy y mañana

Con el emocionado homenaje a la subinspectora del Cuerpo Nacional de Policía, Rosa Crespo.


Se flexibilizaba el veto de Rusia a las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas allá por 1990 , cuando éste autorizaba la supervisión de las elecciones en Nicaragua. Se trataba de verificar unos comicios organizados por el totalitario aparato sandinista. La misión (ONUVEN) tuvo un efecto democratizador –propició la alternancia– pero sobre todo un efecto amortiguador, evitando una marejada social, al alertar con escaso pero suficiente tiempo, a Violeta Chamorro sobre su victoria y a Daniel Ortega sobre su derrota. Ninguno de los dos podía creérselo.

La experiencia se aplicó inmediatamente a Haití , que salía de la cruel dictadura de Duvalier. Se activó una misión urgente aprobada por consenso –caso raro– por la Asamblea General de NNUU. El buen Secretario General Pérez de Cuellar optó por extraer observadores destinados en otras misiones, concretamente de Nicaragua,de Angola y de la Frontera Irán-Iraq. Había nacido la primera Misión de Verificación para Haití , ONUVEH. Allí fueron voluntariamente unos magníficos oficiales españoles: Crespo, Yusti , Sanchez-Gey , Pardo Santayana, Berlanga , Guerrero ,Venegas, López Sanz , Pérez Vigo, Paco Rubio…

La observación permitió que en unas elecciones libres venciese Aristide, el sacerdote católico, destacado representante de la Teología de la Liberación. Desde entonces las NN.UU. no han dejado aquel país. La esperanza Aristide se truncó pronto, en septiembre de 1991, cuando fue derrocado por el golpe militar de Cedrás. Entonces la maquinaria de la organización en Nueva York se puso nuevamente en marcha.

UNMIH, la nueva misión, se instaló en Haití en Febrero de 1993, apoyada esta vez en una resolución del Consejo de Seguridad. Superó grandes dificultades para su despliegue, hasta que se produjo la restauración de un gobierno constitucional en 1994, eso sí, con la «ayuda» de una fuerza de desembarco de 28 países, liderada por Estados Unidos. En octubre de aquel año, retornaba Aristide al país y en diciembre René Preval su primer ministro, vencía en unas nuevas elecciones presidenciales con un 88% de los votos de sus conciudadanos.

Hubo otras dos misiones que dieron continuidad a la labor de NN.UU. Se buscaba consolidar los logros alcanzados en la profesionalización de la Policía , y sobre todo en promover el desarrollo institucional, la reconciliación nacional y la rehabilitación económica del país caribeño. Se habían reducido los contingentes iniciales de 6.000 efectivos hasta 2.000. Pronto se vio que no eran suficientes.

Así nació la actual MINUSTAH en Junio de 2004, la misión de estabilización que pertenece a la nueva generación de «integradas» que sustituyen a las tradicionales «de mantenimiento de paz».

Integradas, porque contemplan todo el abanico de problemas que han llevado a un país al borde del caos e intentan paliarlos ahondando en sus raíces.

Sobre la experiencia de otras misiones –ONUSAL fue un buen ejemplo– el concepto de «misión integrada» fue desarrollado en tiempos de Kofi Annan , por el argelino Lakhdar Brahimi, el brillante diplomático que había ejercido –precisamente– como jefe de misión en Haití, entre 1994 y 1996 .

Su sucesor, el tunecino Hédi Annabi ha encontrado la muerte en la propia sede de la ONU en Puerto Príncipe tras el terremoto del día 12. Con el, en principio, dieciséis servidores de la Organización también perecieron –una subinspectora española entre ellos– sumándose a las 57 bajas que arrastraba la Organización desde el comienzo de sus misiones en la isla en 1990.

Luto inmenso entre los casi 12.000 miembros de la misión en Haití y no solo por la muerte de su jefe. Luto inmenso porque están rodeados de muerte y desolación en las calles, plazas y barrios en los que trabajaban, intentando dar a aquella sociedad parámetros de seguridad y de vida como los que disfrutamos nosotros.

También llegó la muerte a sus familias. El general chileno Ricardo Toro, que se hizo cargo de la misión –ausente el general brasileño Vieira, que despachaba en Nueva York– se mantuvo en su puesto, conocedor de que su propia esposa había muerto aplastada en el derrumbe del hotel La Montana de la capital.

Pasados los momentos de inenarrable tragedia, creo es momento de planificar a veinte o más años vista.

No se pueden prever los estragos de la naturaleza, pero sí pueden paliarse sus efectos. Se ha dicho esto por activa y por pasiva. Ahora conviene ejecutar y la responsabilidad recae, en mi opinión, en Naciones Unidas

Los apoyos puntuales e inmediatos son esenciales y hay que reconocer que la sociedad internacional se ha volcado y seguirá haciéndolo. Sin menospreciar a nadie, el apoyo estadounidense ha sido y es vital en esta fase. El gesto de su presidente junto a sus dos predecesores, hablando del esfuerzo que iba a realizar, marca un ejemplo político de alcance , especialmente para quienes no estamos acostumbrados a vivirlos, donde del accidente o la desgracia, se intenta sacar la mejor tajada partidista.

Pero las acciones puntuales no tienen vocación de durar, porque por desgracia surgirán otras necesidades y urgencias. Las NN.UU. sí tienen, deben tener, vocación de permanencia, ya que estamos hablando de veinte años de trabajo intenso, tantos como llevan implantados en la isla. Hay mucha experiencia acumulada. No es ahora tiempo de decir si hubieran podido hacer algo más. Es tiempo de presente y de futuro.

Brasil y Europa –dentro de ella Francia– tienen mucho que aportar, pero –insisto– dentro del sistema de Naciones Unidas. Brasil lleva años liderando las misiones en América Latina. Estaba volcado en Haití. Europa debe aportar los medios económicos que promete y evitar recelos y protagonismos. ¿Por qué Francia? Por cultura, por lengua, por religión, por antigua metrópoli. Francia –si es capaz de dejar ciertos brotes de soberbia a un lado– debe impulsar un aspecto clave: la educación. Hay que rehacer carreteras y barrios. Hay que dotar de electricidad y agua potable a todos los rincones del pais. Pero sobre todo hay que formar, hay que educar, hay que erradicar vudús ancestrales. En resumen, hay que invertir en las nuevas generaciones, hay que inyectarles nuevos valores. Hay que «enseñarles a pescar».

El pasado es el que es.

El presente es catastrófico.

El futuro es de todos. Es momento de unión, no de recelos ni protagonismos. Es el gran reto de la Organización de las Naciones Unidas, es el gran reto de todos nosotros que la constituimos.

Luis Alejandre, General y ex jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra

www.larazon.es

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