quinta-feira, 7 de janeiro de 2010

La superpoblación y la pobreza

Cuanto menos educada es una sociedad, mayores son las diferencias económicas entre los más desvalidos y los poderosos.

Richard Barnet, vino hace treinta años a Valencia para pronunciar una lección en honor de Ramón Rodrigo, quien promovió la creación de la Fundación Valenciana de Estudios Avanzados. Barnet, asesor del Presidente Kennedy y fundador del Instituto de Estudios Políticos, mostraba su preocupación por la creciente población mundial y el reparto de la riqueza en un momento que unos cuatro mil millones y medio de habitantes poblábamos el planeta y eran evidentes los problemas de la escasez de recursos y el aumento de la población.

La población mundial actual supera los seis mil millones y medio de personas y es evidente un cambio climático global, que en opinión de los expertos se debe al creciente aumento de población (más de 100 millones de personas anuales) y a sus incesantes demandas energéticas.

En el reciente bicentenario del nacimiento de Darwin, son más vigentes las ideas de Thomas Malthus, quien ya alertó del problema de la superpoblación mundial y la escasez de alimentos a principios del siglo XIX. Malthus proponía la reducción de la natalidad a través del celibato hasta el matrimonio, que debía ser tardío. Se inspiró en Richard Cantillon, un especulador de divisas y banquero irlandés, y en Adam Smith, quien se debatió entre el apoyo al capitalismo puro y su temor a que los monopolios ocasionaran una escasez en los mercados.

Aristóteles ya achacaba la pobreza a la reproducción incontrolada y Platón y algunos filósofos chinos expresaron sus temores por la destrucción de la tierra a causa de la deforestación. A comienzos de la era cristiana, Tertuliano, que acuñó el término Trinidad para explicar las tres personas de Dios, disculpaba las plagas y las hambrunas porque servían para limitar el crecimiento desorbitado de la raza humana. Seguro que todas estas opiniones influyeron en Darwin durante el desarrollo de la teoría de la selección natural como mecanismo por el que se produce la evolución. Estas y muchas otras ideas las recogió Richard Barnet en su libro «The lean years».

Quizá el ministro Corbacho, que recomienda un aumento de la natalidad en España, debiera conocer la obra de Barnet y releer a Malthus y los informes cada vez más abrumadores sobre el calentamiento global y el aumento de la población. Asimismo, convendría que recordase que la esperanza de vida media, afortunadamente, sigue creciendo, por lo que se debe posponer la edad de jubilación.

Es cierto que durante la transición y el primer gobierno socialista, los responsables políticos, incluido Felipe González, eran jóvenes y pensaban en adelantar la jubilación. Pero, a medida que han madurado, sus ideas han empezado a cambiar, el mismo Javier Solana, -al que aprecio entre otras cosas porque, siendo muy joven, visitó a Severo Ochoa y compartió su almuerzo con él-, ha aguardado hasta los 66 años para renunciar a su valorado papel de Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea.

Desde luego la jubilación anticipada es contraproducente no sólo económicamente, sino incluso a nivel social. Los jubilados tienden al aburrimiento y la apatía tras la fase inicial de euforia, lo que les lleva a depresiones por sentirse inútiles o a buscar, en el mejor de los casos, trabajos en negro o mal pagados, con lo que compiten con los millones de jóvenes que buscan su primer empleo y podrían complicar la situación económica. Incluso si se contratan jóvenes para cubrir sus plazas, se está haciendo con peores salarios, lo que supone una pérdida general de la capacidad adquisitiva.

Las grandes compañías energéticas se reúnen anualmente, cada vez en un lugar, pues hace muchos años, cuando la reunión se celebró en Madrid, se me invitó a la misma por intercesión de amigos como Tomás Calleja. Recuerdo que les hablé con gran entusiasmo de la fijación del anhídrido carbónico, en la que había trabajado durante años, pues es un tema fundamental, y de invitar a grandes científicos como algún Premio Nobel. Los asistentes me miraron horrorizados, puesto que sus empresas dependían de los accionistas y estos naturalmente demandaban los mayores beneficios económicos posibles. No comprendieron que la energía acabaría por ser un límite a las posibilidades de desarrollo y que encontrar nuevas fuentes de suministro iba a permitirles el mantenimiento de la población.

Años después, en 1992, con motivo de la Expo de Sevilla, se editó un libro en homenaje a la Reina en el que colaboraron muchas personalidades. En él se trataba en profundidad el problema de la superpoblación, cuando ya habitábamos el planeta más de cinco mil millones de personas. Muchos profetas han desechado el llamado catastrofismo maltusiano, al asegurar que los humanos serían capaces de controlar la naturaleza y explotar ilimitadamente los recursos. Incluso Karl Max creía en la necesidad de someter las fuerzas naturales al control de la sociedad. Por cierto, Marx le ofreció a Darwin dedicarle su libro «Das Kapital», y éste, amablemente, lo rechazó.

Los apóstoles de la abundancia, basada en los esfuerzos humanos, son generalmente las cámaras de comercio, como antes lo fuera el Comité Central del Partido Comunista. Las reflexiones pioneras del Club de Roma sobre la necesidad de poner un límite a nuestro crecimiento, son más que acertadas.

El 1 de Junio de 2009 se celebró la reunión de los Premios Rey Jaime I en Valencia. Participaron relevantes personalidades internacionales incluidos 21 Premios Nobel de Química, Física, Medicina y Economía (hecho que sólo ocurre en estas reuniones anuales y, de manera excepcional, durante la celebración del centenario de la creación de los Premios Nobel). En dicha reunión se aprobó y firmó por los ochenta jurados asistentes la siguiente declaración:

Los miembros de los Jurados de la XXI edición de los Premios Rey Jaime I llaman la atención sobre la pobreza y el hambre en el mundo que afecta a más de 1.000 millones de personas. La crisis económica actual debería comprometer el esfuerzo de todos por crear las condiciones adecuadas que permitieran a las naciones más afectadas desarrollarse y reducir sus niveles de pobreza. Las sociedades más avanzadas deberían reforzar su compromiso con los países pobres y ayudarles a vencer la pobreza y el hambre.

La declaración fue enviada a múltiples líderes mundiales, como el Presidente Obama.

En la redacción de la declaración nos ayudó un borrador de la Dra. Isabel Ortiz, funcionaria de la ONU, quien se reunió recientemente en Estambul con responsables del Banco Mundial a fin de encontrar soluciones al incremento poblacional, señalado como fuente directa de la pobreza y el hambre por filósofos, matemáticos y científicos desde la antigüedad. Esperemos que de estas reuniones surjan soluciones efectivas a la pobreza.

Santiago Grisolía

www.abc.es

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