quarta-feira, 23 de dezembro de 2009

Donde nunca estará Lorca

Una piedra. Rotunda, granítica, basal, pero una piedra al fin, sin más señales de humanidad que unas muescas de azadón o de arado. Eso es lo único que ha aparecido en el olivar granadino donde supuestamente yacían los restos de García Lorca. En contra del deseo expreso de la familia del poeta, la izquierda de la revancha removió gobiernos, jueces y dineros públicos para alcanzar un propósito: exhumar la prueba forense de que el PP es el heredero de los asesinos de Lorca. Todo el circo puesto en marcha no tenía otra función que hacer bailar al oso cavernario para asustar al respetable. Pero sólo han dado con una piedra. Fiasco y frustración. Perplejidad y bochorno. Adiós a la canonización in situ, al santo súbito. Ya no habrá procesión con las reliquias expuestas al pueblo, ni cámaras de televisión retransmitiendo urbi et orbi, ni el Sindicato de la Zeja en untuosa peregrinación, ni nada de nada de nada.

Hasta Ian Gibson plañe como la viuda más desconsolada. Una lástima para Garzón, que de todas las fosas era de la que más esperaba para consagrarse como juez supremo de la Memoria Histórica. Una pena para tanto militante tricolor defraudado y estafado. En los mondos huesos de Federico pretendían identificar a todos los caídos del bando republicano y erigir con esa especie de resurrección laica un Valle de los Caídos alternativo, el valle de Josafat de los justos y benéficos. Redimidos en Lorca, al fin, setenta años después. Pero la noble calavera del poeta no estaba allí. Por fortuna, su obra y su memoria son inmunes a este y otros saqueos, a las manipulaciones y al chafarrinón político, a los circos y a los aquelarres ideológicos. A Federico lo asesinó una derecha cerril e impía, pero tampoco se hubiera librado de aquella izquierda brutal y sectaria que algunos se empeñan en heredar y perpetuar. De los olivares de Alfacar no ha salido nada, salvo la desolada certeza de que el poeta murió en vano porque media España sigue tropezando en la misma piedra contra la otra media. Donde nunca encontrarán a Lorca es en esa España de caínes y necrófilos.

J. A. Gundín

www.larazon.es

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