terça-feira, 22 de dezembro de 2009

Heidi

Llegó a la Cumbre de Copenhage rodeado de hojas y abejas. Las últimas se disputaban sus sienes, como en el poema de Miguel Hernández a Ramón Sijé. Y dejó a todos asombrados. «La tierra sólo es del viento». Entre Pocahontas y Heidi. Podía haberse extendido, pero rehusó al lucimiento. Tenía a los delegados de los cinco continentes a punto de cauce de lágrimas. Y el viento sólo es de la atmósfera. Y el agua pertenece a las truchas, y los hayedos a los corzos. Su intervención resultó corta, con tan buen principio. Porque además, cuando Zapatero habla con convencimiento, apabulla.

Lástima que no recordara que el polen es de las flores hasta que las abejas se apresuran a robarlo. Podría haber provocado un áspero debate entre ecologistas partidarios de las flores y ecologistas favorables a las abejas. Pero la crisis no se zanja ahí. Las abejas, con el polen arrebatado a las flores, laboran la miel. Y llegan los hombres, que se creen los dueños de la tierra en perjuicio del viento, y no sólo se comen la miel, sino que hacen mercado de ella. ¿De quién es la bellota? De la encina o el roble. ¿Quién come las bellotas caídas en las montaneras otoñales a los suelos de las dehesas? Los cerdos. ¿Quién mata al cerdo y se lo come? El hombre. Si la tierra es del viento, sólo el viento está autorizado a comer jamón, pero no, se lo come el hombre, y de ahí la decepción. No hubo debate. ¿Y los días de calma, esos días que no sopla ni brizna de brisa agónica, con las hojas de los álamos quietas como prótesis de plástico?

¿Ese día la tierra no es de nadie? Tampoco se abrió debate al respecto. Zapatero pasará a la Historia, con mayúscula, por dos frases. La que pronunció el 3 de julio de 2007, y la de Copenhage: «La próxima legislatura lograremos el pleno empleo en España». Y por supuesto, «la tierra sólo es del viento». La primera, convertida en promesa electoral, la ha cumplido con creces. En cualquier nación civilizada, cuatro millones y medio de parados es pleno empleo. Prueba de ello es que los sindicatos no han protestado. Y la segunda, es para que le hagan guionista de una película de Walt Disney. Por mucho que la he leído y aprendido de memoria, reconozco que cada vez que la recuerdo y la emito, me pongo a llorar como asistenta de sainete de principios de siglo. «Qué desgracia es la desgracia/ de vivir en la estrechez./ ¡Qué ganas tengo, Dios Mío/ de morirme de una vez!». Lo dijo el poeta chino, Lo-Tai-Ming: «Por altas que sean las pagodas, y multicolores los vuelos de los patos mandarines, la tierra es sólo del viento».

No hay plagio, por cuanto me consta que Zapatero no ha leído a Lo-Tai-Ming, que es poeta de universal desconocimiento. Ha sucedido, sencillamente, que dos poetas distantes y de diferente siglo han coincidido en su amor al viento. Se lo preguntó Heidi a su abuelo, allá en las montañas del Tirol. «Abuelito, ¿puedo ir con Pedro y las cabras a las praderas altas en busca de un edelweis?». Y el abuelo, tan suyo él, le respondió con voz tronante: «Sí puedes, Heidi, pero no arranques el edelweis de la tierra, porque la tierra sólo es del viento».

Heidi ha reaparecido en la Cumbre de Copenhage.

Alfonso Ussía

www.larazon.es

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