quarta-feira, 30 de dezembro de 2009

Lo que Al Qaida nos enseña

El reconocimiento por el Gobierno yemení de que el terrorista Omar Faruk Abdulmutalab estuvo en Yemen desde el pasado mes de agosto hasta hace sólo unos días confirma la peor de la hipótesis. El terrorista abandonó el país coincidiendo con la ofensiva militar yemení -en colaboración con Estados Unidos- contra las bases de Al Qaida allí. Y con ello se apunta la lógica escalofriante de que este asesino en potencia estuviera durante meses siendo preparado por Al Qaida para poder reaccionar de forma rápida contra un nuevo golpe en la guerra contra el terror. ¿Guerra contra el terror? En realidad ésta ya no existe. Y la Administración Obama lo ha demostrado en este caso. Pese a que Abdulmutalab reconoció abiertamente desde el primer momento que era miembro de Al Qaida, las autoridades federales lo arrestaron y leyeron sus derechos, tras lo que fue acusado de intentar destruir un avión. Nada de terrorismo, ni asociación con criminales, ni conspiración. Es decir, el terrorista de Al Qaida Abdulmutalab tendrá el mismo tipo de procesamiento legal que cualquier otro acusado por no importa qué crimen. Las ventajas que esto aporta en la lucha contra un islamismo al que no parece que el anunciado cierre de Guantánamo haya incitado a la contención criminal no resultan muy evidentes.

Como sabemos desde el 11-S -y Detroit nos lo ratifica- la cantilena de que el terrorismo tiene su germen en la pobreza e incluso miseria de ciertos pueblos es una rotunda falsedad. Una vez más nos encontramos con un terrorista suicida surgido de una familia más que acomodada que fue guiado a una deriva terrorista sin que sus condiciones de vida sirvieran como disuasivo.

Y hay una lección más que debemos aprender de esta barbarie felizmente frustrada. La reacción inmediata ha sido la de endurecer las restricciones a todos los pasajeros. De inmediato se anunció restricciones a los movimientos dentro de la cabina durante la última hora de los vuelos a Estados Unidos. Es decir: compliquemos el viaje de los pasajeros. ¿Es que antes de hacer ese tipo de anuncio no podrían haberse enterado de que el terrorista intentó detonar su explosivo sentado en su asiento? ¿Qué ventaja tiene prohibir a todos usar los lavabos si el terrorista mata sin levantarse? La reacción no es que sea desmedida, sino ineficaz. Urgen medidas preventivas, no torpes ocurrencias.

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