segunda-feira, 28 de dezembro de 2009

Obama, ese enigma

El regalo navideño de Obama fue la reforma del sistema sanitario norteamericano, algo que no había logrado ninguno de sus predecesores. Falta le hacía. Su estrella empezaba a declinar.

Nadie crea, sin embargo, que se trata de establecer en Estados Unidos una salud pública semejante a la europea. Clínicas, médicos y medicinas seguirán siendo privadas. Lo único nuevo es que quienes no puedan pagarse una póliza de seguro médico, recibirán del gobierno ayuda para agenciársela, según sus ingresos y el número de familiares. O sea, una ampliación del actual sistema con ayuda estatal, lo que ha dejado descontentos a ambos extremos. La izquierda critica, que no se haya establecido una auténtica sanidad pública. La derecha, que va a costar un dineral, sin fondos con que pagarlo. Pero para los 30 millones de norteamericanos que no tienen cobertura médica será una bendición. Y Obama ha preferido una pequeña reforma a ninguna. Lo que nos da, como nos había dado su actitud ante la guerra, una idea mucho más exacta de él que la que venía circulando.

Para los conservadores, Obama era un peligroso socialista que intentaba acabar con el «american way of life». Para la progresía, era el hombre que venía a transformar la sociedad norteamericana. No ha resultado ni una cosa ni otra. Obama no ha venido a cambiar el sistema norteamericano. Ha venido a corregirlo en lo posible. No es un ideólogo, es un pragmático que opera con los que hay. No se pone metas demasiado altas, sino sólo las alcanzables. Pacta, hace concesiones, pero no olvida su objetivo. No tiene dogmas, pero sí principios.

Y ha sido así durante toda su vida. Sólo durante la campaña electoral surgió la idea de que venía a cambiar los Estados Unidos, y con ellos, el mundo. Tal vez por ser negro. Pero Obama no es exactamente negro. Es mulato. Un mulato que se ha pasado su vida entre blancos, sintiendo su negritud. En cualquier caso, una mezcla de razas y culturas. Como su política, una encrucijada de fórmulas, cuya única salida es el consenso. No es un revolucionario antisistema, sino un corrector del sistema, que busca mejorar los Estados Unidos respetando lo que son, sin romperlos. En ese sentido, es lo opuesto a Zapatero, empeñado en rehacer todo en España, empezando por su historia.

Si el riesgo de Zapatero es que, en el experimento, se le vaya al traste el país, el de Obama es que desilusione, no ya a los extremistas de ambos bandos, sino a quienes le veían como el hombre que venía a solucionar los problemas del país, desde las guerras en que está envuelto a su economía en bancarrota. Pero Obama sabe que hay problemas que no tienen solución, al menos a corto plazo. Sólo pueden mitigarse. Es en lo que está. A cualquier otro presidente, le bastaría. Pero a él se le pide más. Es el precio de haber despertado tantas ilusiones.

José María Carrascal

www.abc.es

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