sábado, 26 de dezembro de 2009

Jerusalén

La Presidencia sueca de la UE ha propuesto partir Jerusalén en dos y convertirla en capital simultánea de los estados hebreo y palestino. No me parece que sea la mejor solución para esta ciudad santa y sagrada para las tres grandes religiones monoteístas del mundo. Las particiones siempre son malas y así planteado me recuerda a la división de Berlín en dos por medio de un muro vergonzante que acabó siendo derribado. No sé si a la histórica capital del pueblo de Israel, proclamada como tal por el rey David en el año 996 a. de C., tendría que ser igualmente dividida por un muro para separar al Estado judío del palestino, pero presiento que esa sería una solución lamentable, rechazada en el fondo por las tres culturas que allí conviven.

No conocía personalmente Jerusalén y he tenido oportunidad de visitarla en estos días. Me parece una urbe portentosa y sobresaliente, ideal para caminar alrededor de murallas milenarias, vagabundear por su mítico bosque, contemplarla desde el Sherover o perderse en las calles escuetas del barrio cristiano, inundado de iglesias y conventos; o por el angosto barrio musulmán, con miles de puestos y tiendas oliendo a especias; o por la modernísima judería con cuidadas excavaciones que dejan al desnudo restos de civilizaciones como la romana, calzadas enormes y exuberantes casas de patricios que aún dan idea de la grandeza de la época.

Jerusalén es una de esas ciudades que todo el mundo debería visitar alguna vez en la vida. Los católicos y los cristianos en general porque allí sucedió lo fundamental. Allí y en Belén y Nazaret. Los milagros de Betesda y Betania, el enfrentamiento de Jesús con los fariseos, el Domingo de Ramos, la Última Cena, el Huerto de los Olivos, las calles del Vía Crucis, el Monte Calvario y el Santo Sepulcro. Los judíos por ser su capital histórica y por albergar el Muro de las Lamentaciones, destino de peregrinación para quienes iban allí a llorar el exilio. Y los musulmanes por vivir en el lugar junto con otros pueblos desde hace siglos, y tener en la ciudad lugares sagrados como la Cúpula de la Roca.

Jerusalén es por ello una ciudad universal, que bajo mi punto de vista debería quedar al margen de las disputas políticas buscando para ella una solución que satisfaga a las partes. En la medida en que sea a la vez capital política de Israel y Palestina estará sometida a las convulsiones de un territorio sumamente caliente. Por eso sería bueno un acuerdo que garantizara la libertad de culto y el acceso a todas las religiones, como sucede ahora. Puede haber muchas soluciones, pero me apunto a la que proponen quienes postulan un estatuto jurídico que fije una carta de autonomía, protegida por Naciones Unidas en cuanto a seguridad, y siendo Israel responsable de los servicios civiles administrativos y de garantizar también el acceso en libertad a la educación y el derecho a la salud.

Jerusalén sería de esta manera la capital cultural y religiosa de ambos Estados, respetada de común acuerdo, pero sin incluir la capitalidad política, que podría perfectamente asentarse en Ramala y Tel Aviv.

El principal escollo del problema de Oriente Medio está ciertamente en Jerusalén. Dividirla con más muros me parece imperdonable. Se impone una salida negociada y aceptada por las partes que la respete como ciudad eterna.

José Antonio Vera

www.larazon.es

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