En estos días en que el presidente del Gobierno lanza otra más de sus vacuas iniciativas para afrontar la crisis económica, un proyecto de Ley de Economía Sostenible, hay quienes nos preguntamos si el señor Rodríguez Zapatero sería también capaz de ofrecer a los españoles como un elemento esencial de su forma de gobernar un proyecto auténtico y real de Nación sostenible. Porque a lo largo de sus años al frente del Gobierno, Rodríguez Zapatero ha ido desarrollando y consolidando lo que, tanto desde mi convicción como desde mi intuición, no es un proyecto sostenible de Nación sino, muy al contrario, un proyecto que daña en su más íntima esencia la sostenibilidad de España como Nación.
A pesar del creciente número de españoles que comparten este diagnóstico y a que es ya una mayoría quien siente una profunda desconfianza hacia el actual Gobierno, aún me genera dudas si esa misma mayoría de españoles comprende en toda su dimensión el significado y la esencia del proyecto que, sin ser suyo su diseño y autoría, está ejecutando materialmente Rodríguez Zapatero. Es preciso partir de reiterar una obviedad para evitar las tergiversaciones habituales: no, el presidente del Gobierno no quiere destruir España, aunque a veces lo parezca. Pero sí pretende llegar a una España debilitada, a una España alejada de su propia cultura y valores.
Durante las últimas semanas, se ha puesto de manifiesto el mejor retrato, la mejor síntesis de ese proyecto insostenible de España que está ejecutando implacablemente el presidente del Gobierno. Por una parte, hemos asistido al rechazo por parte de la mayoría gubernamental a las enmiendas de totalidad a la Ley del aborto. Por otra parte, hemos sido también testigos de la calculada presión ejercida sobre los miembros del Tribunal Constitucional que tienen que dictar sentencia respecto de la constitucionalidad del Estatuto de Autonomía de Cataluña.
Ambos hechos no son tan independientes entre sí como pudiera parecer. Tampoco son dos improvisaciones no medidas previamente. Ambos hechos, más allá de su diferente naturaleza, son dos caras de una misma moneda. Son dos evidencias de la crisis que atraviesa España, una crisis nacional y una crisis de valores, por más que tenga en su vertiente económica y social su manifestación más visible. Y esa crisis, que es única pero que tiene múltiples rostros, que es una crisis total, se seguirá ahondando mientras que el proyecto de Rodríguez Zapatero siga determinando el Gobierno y por extensión el futuro de España.
Por ello, resulta esencial entender ese carácter total de la crisis, por encima de sus diferentes vertientes. El proyecto de Rodríguez Zapatero conduce a que todos entremos en crisis. Conduce a que la crisis alcance nuestros valores más esenciales y profundos como sociedad.
Es cierto que se atisban reacciones ante las aberraciones morales que establece la Ley del aborto. Pero, frente a ello, quienes impulsan la misma, juegan con la enorme ventaja de encontrarse con una sociedad inerme e indefensa, a veces incluso en exceso aletargada y conformista, que no les plantea excesivas dificultades, a pesar de ser inmensa la mayoría social que sostiene y defiende valores radicalmente opuestos a lo que en la misma se regula.
La propuesta de eliminar el crucifijo de las aulas de los centros públicos y concertados es otra buena muestra de que se sienten fuertes y decididos a imponer sus criterios sin vacilación, precisamente porque no encuentran una resistencia social y moral con la suficiente fortaleza.
La crisis de valores es el escenario perfecto para llevar a la práctica esas decisiones. Una España sumida en la debilidad, deliberadamente conducida a ella desde el Gobierno, es perfecta para poder ahondar en un proyecto que acabe conduciendo a un ambiente político y social asfixiante para quienes deseamos hacer valer convicciones, creencias o principios. En su concepción de este proyecto, sus defensores incluso mantienen y procuran hacer creer a la sociedad que aquéllos que defienden los valores en realidad no son buenos demócratas, sino tan sólo dogmáticos y radicales a los que sus propias creencias limitan su propia libertad y la del conjunto de la sociedad. Y esa estrategia conduce a que, en muchos, la crisis de valores se traduzca, precisamente, en una crisis «de valor» a la hora de atreverse a decir y defender aquello en lo que íntimamente creen.
El miedo reverencial a discrepar sin temor y abiertamente de la moda dominante, de la socialización de la «nada», alimenta la osadía de unos y la falta de valor de otros.
Pero no caigamos en el error de creer que cuestiones como el aborto, la adoctrinadora educación para la ciudadanía o la eliminación del crucifijo son elementos menores o meras cortinas de humo. Porque forman parte esencial del proyecto de Rodríguez Zapatero.
Y si bien en este ámbito dicho proyecto avanza con el mayor de los descaros, en el ámbito territorial, en el concepto de Nación, la ejecución del proyecto de Rodríguez Zapatero es más compleja, más sutil, por cuanto se enfrenta, al menos, a una mayor capacidad de defensa. A fecha de hoy, la principal expresión de la crisis nacional que padecemos se concentra en la presión directa a la garantía y la independencia del Tribunal Constitucional.
Y tampoco caigamos aquí en otro error intencionado. Cuando algunos tratan de asignar la exclusiva o la máxima responsabilidad a los nacionalistas catalanes de la presión sobre el Tribunal Constitucional demuestran que siguen sin comprender el significado y el objetivo del proyecto de Rodríguez Zapatero. Porque los que están presionando más al Tribunal Constitucional no son ni ERC ni el resto de partidos nacionalistas ni mucho menos el PSC. Todos ellos no son sino subalternos, cómplices útiles hoy, por más que mañana puedan convertirse en piezas incontrolables.
Pero es Rodríguez Zapatero y su proyecto insostenible de España el principal factor de presión hacia los magistrados. Es la búsqueda de una España irreconocible, ajena al modelo que impulsó la Constitución de 1978, el elemento básico de esa presión. Una España irreconocible que se basa en algo tan imposible como un precario equilibrio entre la no ruptura y la máxima debilidad como Nación. En definitiva, una Nación insostenible. Moverse en ese terreno incierto entre la comodidad y la debilidad, de un lado, y la ruptura que encarnan los sucesivos socios del proyecto de Rodríguez Zapatero, del otro, es lo que nos está conduciendo en términos económicos, sociales y políticos a una España insostenible.
Cuando se acentúa la primera opción, la debilidad, el proyecto de Rodríguez Zapatero deja de ser adversario y se convierte en aliado potencial del proyecto de ETA. Y basta recordar aquí por dónde comenzó esa búsqueda de una España irreconocible durante la primera legislatura de Rodríguez Zapatero. Pero cuando se acentúa la otra vertiente, la ruptura, como ETA hizo en su momento, la posibilidad de acuerdo se hace imposible. Y así terminó la primera parte de la negociación entre el Gobierno y la organización terrorista.
En definitiva, parto del convencimiento de que nada ha sido casual. Y no es casual lo que hemos visto estas semanas en el asunto del Estatuto catalán. No es casual que la información que ha sido origen y causa de este terremoto político no provenga de los periódicos catalanes sino de un medio de comunicación nacional, como «El País». No es casual que la Moncloa y los miembros del Gobierno conocieran el editorial compartido con los medios catalanes un día antes de su publicación.
No es casual la templada respuesta del Gobierno a las reacciones de los nacionalistas catalanes ni las declaraciones de Rodríguez Zapatero reiterando que espera una gran sentencia del Tribunal Constitucional. Lo que ocurra con el Estatuto catalán va a ser determinante y decisivo para conocer el destino final de lo que es un buque insignia del proyecto de la España irreconocible - e insostenible- que arrancó con la negociación política con ETA y que se concentra hoy en Cataluña y en su nuevo Estatuto.
De todas las urgencias políticas que tenemos ante nosotros, la primera de todas ellas es la definición y determinación de un proyecto de regeneración y rectificación de la actual España insostenible.
Jaime Mayor Oreja - Eurodiputado
www.abc.es
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