Es seguro que a partir de la prohibición querré aún más a los crucificados de mis iglesitas románicas, y al de las Claras de mi tierra que, como decía Miguel de Unamuno, es tierra, y a los de Gregorio Fernández, tumbados contra el cielo como Castilla, a veces coronados de espinas para mofa de sus contemporáneos y, siglos después, de sujetos como Pascual Maragall y Carod Rovira.
Calculador y frío, Rodríguez Zapatero ha llevado la confrontación política a la religión. Todo su programa (vengo diciendo frente a los que le califican ya de caprichoso o ya de oligofrénico) ha consistido en una gran provocación ideológica. Lo ha sido con la asignatura de educación cívica, con la ley del aborto, con el matrimonio de homosexuales, con el relativismo nacional...
Calculador y frío Zapatero sabe que para la batalla política ya no cuenta lo hoy puede ser una política económica de izquierdas...a no ser que pueda hacerse demagógicamente con los aparatos de los sindicatos entregados al más vulgar corporativismo. Sabe que para ganar debe arramplar con todos los votos de la izquierda y que en países como Alemania o Francia aquella se va con los grupos del ecologismo radical, con los movimientos de la antiglobalización, con los trotskistas supervivientes, con las feministas que conviven tan panchamente con la cultura imperante de la explotación del sexo...
Nada a mi izquierda, piensa Zapatero pero, sobre todo, aquella que se fundamenta en el laicismo radical, en el intolerante, frecuentemente anticlerical...
Es verdad que esta campaña de eliminación del crucifijo ha sido propuesta institucionalmente por la Unión Europea ¿De cuál? ¿O se equivocó Gaurdini cuando dijo categóricamente en «El mesianismo» que «o Europa es cristiana o dejará de ser».
César Alonso de los Ríos
www.abc.es
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