quinta-feira, 17 de janeiro de 2008

243 presos, y la izquierda con Castro

No por ser conocido debemos dejar de denunciar el régimen de Fidel Castro. La dictadura ya va para medio siglo de gobierno implacable, de modo que es natural que cunda el desánimo entre quienes anhelan libertad para Cuba. En este sentido, el informe de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional que acaba de hacer público la organización de Elizardo Sánchez permite constatar que las esperanzas puestas en que una dictadura gobernada por Raúl Castro sería más benévola y aperturista estaban profundamente equivocadas. Sus dirigentes no saben hacer otra cosa; quien sabe si tras el "hecho biológico" la situación cambiará, pero a corto plazo no parece que se vaya a mover una sola piedra en la isla.

Curiosamente, tan pocas esperanzas hay puestas en Cuba que incluso una parte considerable de la progresía internacional le ha dado la espalda al régimen de los hermanos Castro. ¿Toda? No. La española sigue rendida a los encantos de la miseria impuesta políticamente y justifica regularmente la falta de libertades en nombre de unos supuestos "logros sociales". Queda así de manifiesto qué entienden por libertad o democracia; algo perfectamente sacrificable a un fin más alto. Zapatero, Moratinos y el embajador Zaldívar son perfectos representantes de esa voluntad de sacrificar la libertad y la prosperidad de otros con tal de mantener vivas las ensoñaciones ideológicas de la izquierda más rancia y carca. Para que luego vayan por ahí dando lecciones de centrismo.

La política española hacia Cuba vuelve a poner de manifiesto la capacidad propagandística de la izquierda: así, se demoniza "la foto de las Azores", que Aznar compartió con los dirigentes de dos de las más importantes y antiguas democracias del mundo, mientras se bendice la genuflexión hacia los peores tiranos bananeros. Y todos esos medios que nunca hablan de los 243 presos políticos encarcelados en Cuba seguirán haciéndole el juego, desviando la atención de los asuntos que, en política exterior, más debieran importarnos. Que no tienen nada que ver, naturalmente, con esa Alianza de Civilizaciones que ha terminado a bofetada limpia.

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