quinta-feira, 31 de janeiro de 2008

Hugo Chávez, el incendiario

La llamada del comandante Chávez a una alianza en armas para parar los pies a los Estados Unidos parecería un episodio de sátira alocada si no fuese el guión de su programa «Aló Presidente». Por su osada demagogia y su retórica callejera, a Chávez se le suele comparar al tribuno de la plebe que fue Tiberio Sempronio Graco, pero en realidad cada vez se asemeja más a la leyenda de Nerón y su incitación al incendio de Roma. Nada le importa a Chávez la sociedad venezolana, ni la estabilidad en la zona, ni el irse gastando el patrimonio venezolano en armamento ruso. Es más: Chávez ha incentivado la carrera armamentística en la América Latina. Caracas se eslabona con el eje Rusia-Irán.

Tras su notable fracaso en el referéndum constitucional y sus grotescas intromisiones en Colombia, Chávez de nuevo convoca a sus aliados en Nicaragua, Cuba y Bolivia para que la filosofía del ALBA tome forma militar articulada por tierra, mar y aire contra los Estados Unidos y la zona de librecambio ALCA. Es la psicosis de gladiador que sólo beneficia a Rusia. Son extravíos de la petro-política que dañan con hondura los intereses nacionales de Venezuela.
Acusar a Colombia de organizar un complot contra el régimen chavista añade descaro y procacidad al compadreo de Chávez con Tiro Fijo y las FARC. La larga frontera entre Venezuela y Colombia siempre fue linde erizada. Contra Álvaro Uribe, Hugo Chávez se ríe mejor. Con todo, según una encuesta Gallup, Uribe tiene ahora mismo un 80 por ciento de aceptación popular, seis puntos más que hace unos meses, en parte gracias a los improperios de Chávez. No es casual que un político con sentido de la responsabilidad histórica como es Uribe reciba ataques verbales constantes de un Chávez cuya irresponsabilidad corre pareja con la leyenda de Nerón. Es más: el trámite afirmativo de la propuesta de Álvaro Uribe para la modificación constitucional que le permitiera un segundo mandato contrasta con el fiasco de Chávez en su reforma de la constitución venezolana. Antítesis entre el populismo con reservas de petróleo y la promesa de sangre, sudor y lágrimas ante el terror sistematizado de las FARC.

Es reciente la visita de Condoleeza Rice a Colombia. Ha sido una visita positiva, lo que llevó a Chávez a arengar a sus fieles de la zona para que retiren sus reservas depositadas en dólares en los Estados Unidos con el objetivo de contribuir a la recesión. La visita ha contrarrestado la percepción general de que los Estados Unidos ya no saben qué hacer en América Latina. Hace unos meses, Álvaro Uribe viajó a Washington y se le trató de forma más bien protocolaria y no como lo que representa su trayectoria de gobierno frente al terrorismo, mientras Chávez arma su petro-socialismo comprando en Moscú 100.000 kalashnikovs, veinticuatro aviones de combate y más de cincuenta helicópteros militares. No parece que los quiera para acabar con el narcotráfico. «Le Figaro» aventura que la Rusia de Putin pronto estará vendiendo más armas en Iberoamérica de las que allí vendió cuando todavía era la Unión Soviética.

Uribe está empeñado en liberar el territorio nacional colombiano de guerrillas y tráfico de drogas. Chávez está deseando todo lo contrario. Quizá por eso un puñado de intelectuales españoles -algunos, constitucionalistas- le están asesorando, porque la sociedad española lleva ya tiempos felizmente ajena a toda ruptura. Por eso Tiro Fijo ha querido matar a Uribe y en cambio abraza a Hugo Chávez. El presidente Uribe -ha escrito Andrés Oppenheimer- ha tenido que ir al encuentro de Davos para concertar oposición ante la campaña de Chávez para que las FARC tengan nada menos que «status» diplomático y dejen de ser considerados terroristas. Al final, de ser el líder bolivariano que caía en gracia, Chávez ha pasado a ocupar la segunda posición en las encuestas de personalidad menos estimada en los países latinoamericanos. Empata con Bush y sólo les gana Fidel Castro. Como Nerón, Hugo Chávez también tiene apetencia por el canto. A dúo con Tiro Fijo pudiera quedarse sin voz. Algo semejante le está pasando con los banderines de enganche de su ejército anti-USA: por retórico que sea, el envite es tan gordo que se quedará solo.

Valentí Puig
www.abc.es

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