domingo, 6 de janeiro de 2008

El Rey - Retrato a los setenta años

Al Rey no le gusta cumplir años. En realidad, nunca le ha gustado demasiado. Los cuarenta y los cincuenta los celebró como un día más, trabajando en su despacho, y sólo cuando cumplió sesenta organizó algo diferente y se desplazó a Bosnia para compartir el aniversario con las tropas españolas destacadas en ese país. «¿Qué manera hay mejor que ésta, estar con mis tropas, para celebrar mi cumpleaños?», preguntaba aquel día.

Ayer se cumplieron 70 años de su nacimiento en Roma, donde su Familia se encontraba en el exilio, y Don Juan Carlos no hizo nada especial, aunque días antes se desplazó hasta Afganistán para pasar el último día del año de nuevo con sus tropas. Además, el próximo miércoles ofrecerá una cena en el Palacio de El Pardo para celebrar su aniversario con algunas de las personas que le han acompañado en estos 32 años de Reinado. Acudirán los representantes de las altas instituciones del Estado, de antes y de ahora, pero habrá ausencias notables, algunas por razones naturales y otras por limitaciones de espacio.

Si esta fecha invita a Don Juan Carlos a mirar atrás, recordará el largo camino de obstáculos y dificultades recorrido desde que era un niño, con algunas noches de insomnio y madrugadas de desvelo, pero sobre todo le quedará la satisfacción de haber propiciado el más largo periodo de estabilidad, prosperidad y libertad de la historia de España. Por ello se le recordará en los siglos venideros.

Un hombre austero

A otro tipo de persona menos curtida en la adversidad, este éxito se le podía haber subido a la cabeza, pero el Monarca que más tiempo ha reinado en España desde Felipe V sigue siendo un hombre austero con un alto sentido del deber que se define como «un buen español» y que disfruta con las cosas sencillas. El brillo y la ceremonia se reservan para los actos oficiales. En 32 años de Reinado, los españoles han podido conocer muchas facetas de Don Juan Carlos: al Rey bromista cuando quiere romper el hielo y al Rey triste ante la muerte de sus seres queridos; al Rey firme ante las situaciones graves y al Rey cercano ante el dolor del pueblo. Al Rey enfadado ante los insultos y las interrupciones y al Rey sonriente ante las muestras de afecto. También al Rey tierno, cuando se encuentra con niños, y al Rey apasionado ante una competición deportiva.

Esas mismas facetas caracterizan a Don Juan Carlos en la otra parte de su vida, la más privada, la que comparte con su familia y sus amigos. Es tan inseparable su condición de Rey, que Don Juan Carlos nunca consigue desprenderse de ella. Hasta a sus nietos, que le adoran y que desde que son muy pequeños toman conciencia de quién es su abuelo, les impone la presencia del Rey, como ocurre a muchas personas.

De sus tres hijos es la mayor, la Infanta Doña Elena, la que más se le parece. Padre e hija comparten el carácter, los prontos, el sentido del humor y algunas aficiones, como los toros. Pero a quien más tiempo ha dedicado el Rey desde que era un niño, lógicamente, es al Príncipe de Asturias, pendiente de su formación como Heredero de la Corona. La Infanta Doña Cristina, aunque viva en Barcelona, también se desplaza con frecuencia a Madrid, con su marido e hijos. Al Rey le divierten sus ocho nietos y le gusta verles crecer, pero como todos los abuelos, se cansa del revuelo que organizan con sus juegos y ocurrencias.

Quizá la faceta menos conocida sea la del «Rey amigo». Y es que si algo caracteriza a los verdaderos amigos de Don Juan Carlos es su prudencia. Jamás se jactan de su cercanía con el Rey y procuran que su amistad no se airee. Uno de estos amigos era el marino vasco Ignacio Caro, fallecido el pasado verano en Baleares. Tan estrecha era su amistad que los Reyes quisieron acompañar a la familia a arrojar sus cenizas al mar desde el barco «Fortuna», en el que Caro había navegado tantas veces. Sólo los más próximos conocían esta amistad que se hizo pública tras su muerte.

Como todo el mundo, Don Juan Carlos tiene amigos de toda la vida, a los que no ve con demasiada asiduidad, pero sabe que ahí están. Además, mantiene una relación especial, a veces basada en la química, con muchísimas personas a las que ha conocido por su condición de Rey o por compartir aficiones, como la vela, la caza, el arte contemporáneo o el esquí, cuando lo practicaba. Entre los amigos de toda la vida está Antonio Eraso, con quien compartió los años de exilio en Estoril. Eraso fue quien acompañó a Don Juan Carlos en los dolorosos momentos que siguieron a la muerte del Infante Don Alfonso.

Amigos de siempre

También Miguel Primo de Rivera es uno de esos amigos de siempre, con quien Don Juan Carlos comparte su afición a la caza y a los toros. Se conocieron en 1948 en un tentadero en casa de Pedro Gandarias, tío de Primo de Rivera, cuando el Rey tenía diez años y Miguel trece, y la amistad le llevó a desempeñar en la Transición un importante papel al servicio de la Monarquía Parlamentaria.

Entre estos amigos de la infancia se encuentran los compañeros del colegio «Las Jarillas», en Madrid, y del Palacio de Miramar, en San Sebastián, como Alonso Álvarez de Toledo, el Infante Don Carlos, Jaime Carvajal y Urquijo, Fernando Falcó, Alfredo Gómez Torres, José Luis Leal, Juan José Macaya o Agustín Carvajal, con quienes compartió clases, deporte, juegos, algún castigo y travesuras.

De los años de formación en las tres Academias Militares también conserva el Rey numerosos amigos. Y es que Don Juan Carlos se siente especialmente cómodo entre militares compartiendo un buen vino y jamón y hablando, por ejemplo, del último modelo de avión. La lista de amigos militares ocuparía el resto de este artículo, por lo que sólo citaremos algunos, como el general Gonzalo Rodríguez de Austria Rosales, que fue Jefe del Cuarto Militar de la Casa del Rey; el general Feliciano Calvo González, el general de Artillería Delmiro Prado Navarro, el general de Aviación José Sánchez Méndez, el general Eduardo González-Gallarza, que fue jefe del Estado Mayor de la Defensa, y los almirantes Nicolás Lapique y Adolfo Baturone.

Hace años los Reyes solían invitar a miembros de otras Familias Reales o a jefes de Estado extranjeros a pasar unos días en Palma de Mallorca, lo que contribuía a promocionar la isla en todo el mundo. Sin embargo, desde hace varios veranos Don Juan Carlos y Doña Sofía prefieren pasar las vacaciones en familia, con sus hijos y nietos, o con amigos muy íntimos, como son la Princesa Tatiana Radziwill, prima de la Reina, y su marido John Fruchaud, con quien Don Juan Carlos tiene una gran amistad.

Fuera de Marivent, el amigo con el que se ve con más frecuencia es José Cusí, armador del velero «Bribón», con el que compiten cada año en las regatas. Con Cusí y el resto de la tripulación, el Rey comparte una relación muy especial forjada en duras jornadas de competición, seguidas a veces de cenas en tierra. Cuando terminan las regatas, este hombre que si no hubiera sido Rey quizá hubiera sido marino, sigue saliendo a navegar a bordo del «Somni» o del «Fortuna».

En invierno, Don Juan Carlos sustituye la vela por la caza y cada temporada recibe varias invitaciones de amigos y conocidos que comparten esta afición con el Rey. En ocasiones, el Monarca aprovecha estas cacerías para invitar a personalidades extranjeras y cultivar esas buenas relaciones internacionales que le han convertido en el mejor embajador de España.

Al Rey de España le conoce todo el mundo y él conoce a muchísimas personas. Por ello, es dificil marcar un límite entre los verdaderos amigos del Rey y las amistades institucionales, sobre todo en el terreno internacional, donde las relaciones quedan impregnadas por ese trato familiar y próximo tan propio de Don Juan Carlos. Pero en este terreno hay un nuevo nombre que sí se puede incorporar a la lista de amigos del Monarca, el de Nicolas Sarkozy. La amistad ya existía antes de que fuera elegido presidente de Francia y, aunque las ocupaciones de ambos les impiden verse con demasiada frecuencia, han compartido más cenas privadas, proyectos y confidencias de las que se han dado a conocer.

Almudena Martínez-Fornés

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