domingo, 6 de setembro de 2009

Chávez y sus permanentes Golpes de Estado

Todos parecen haberse enterado ya de una vez, incluso cierto sector progre del mundo occidental, el más despabilado y el más decente quizás, que el régimen que gobierna Venezuela constituye una auténtica dictadura. En Venezuela, se viene desarrollando desde hace mucho tiempo un Golpe de Estado de Ejecución Continuada.

Por ejemplo, en el derecho penal, en general los delitos cuando se consuman, se agotan. Es decir, una acción es ejecutada y se consuma el ilícito. El ladrón entra a la joyería y se lleva las alhajas, el asesino dispara y mata a la víctima… La excepción a esta regla son los delitos de ejecución continuada o permanente. Se trata una ficción jurídica que se establece para darle tratamiento a casos especiales: un conjunto de hechos desplegados por un sujeto activo, vulneran bienes jurídicos de un mismo sujeto pasivo.

Mutatis Mutandi, esta diferencia también se podría establecer entre los Golpes de Estado tradicionales de América Latina, en donde los militares venían con sus tanques, barrían con las instituciones democráticas de un plumazo e instauraban el nuevo orden.

Insisto, en el caso de Chávez estamos en presencia de otra categoría: el Golpe de Estado de Ejecución Continuada. Recapitulando: un conjunto de hechos desplegados por un sujeto activo (el dictador populista), vulneran bienes jurídicos (la democracia, la libertad, el Estado de Derecho) de un mismo sujeto pasivo (el pueblo, los ciudadanos…).

Es difícil sistematizar todos los estragos que ha desplegado durante estos años el presidente de Venezuela en su afán por concentrar poder y restringir libertades individuales y derechos humanos, pero intentaré en estas breves líneas resumir aquellos atropellos más brutales que ha sufrido el Estado de Venezuela, para poder comprender de qué estamos hablando.

Y si bien es cierto que la deriva totalitaria que ha ido adquiriendo Venezuela ha sido hecha parodiando ciertos ingredientes de la democracia, como por ejemplo la celebración de elecciones o una supuesta participación social en la toma de decisiones, no es menos cierto que el ardid fue quedando al desnudo poco a poco y que es cada vez más evidente.

En primer lugar, concentró la suma del poder público. Esta concentración de poder en el dictador se ha obtenido mediante mecanismos de ingeniería meticulosamente planificada y dirigida por el Régimen. La vocación totalitaria ha logrado cooptar tanto al poder legislativo, como fagocitar al poder judicial y a los órganos electorales y demás instituciones del Estado (Defensor del Pueblo, Ministerio público, etc.).

Al igual que los gobiernos ilegítimos que surgen de los Golpes de Estado tradicionales, pero en este caso, nuevamente “a fuego lento”, el gobierno eliminó la autonomía de los Estados y Gobiernos locales, superponiendo poderes con mayores competencias y presupuesto que obedecen directamente al poder ejecutivo, logrando vaciar de contenido las potestades de aquellos representantes electos por la voluntad popular.

La libertad de expresión la fue exterminando a través de sucesivos arrebatos desde el poder a las concesiones de los medios que ejercían algún tipo de oposición al gobierno. Cerró radios y canales de televisión, muchas veces con el beneplácito de cierta comunidad internacional sorda y muda ante estos atropellos. Logró a través de los años pauperizar a la sociedad civil con una policía de pensamiento tipicamente Orwelliana.

Ejerció un tortuoso adoctrinamiento a través de sus interminables encadenamientos televisivos y, lo que es mucho más grave, también mediante reformas educativas destinadas a dictar y planificar el proyecto de las personas.

Intentó aplicar todo tipo de medidas dignas de un delirante: por ejemplo la creación de gallineros verticales, una “idea” para que todos los venezolanos criaran gallinas en jaulas colgantes dentro de sus casas, en una suerte de pequeños gallineros con varios pisos donde se acomodarían las gallinas; los jardines oganopónicos; sugerir la restricción del uso de la minifalda y del tinte de pelo por perniciosos; la prohibición de los videojuegos, la promoción de “la ruta de la empanada” como cluster de reactivación económica, y un largo etcetera.

Expropió tierras, empresas, suprimió derechos de propiedad, incumplió contratos, amenazó a opositores, y convirtió a Venezuela en uno de los países más violentos del globo con unos índices de criminalidad ciertamente escandalosos.

Como no podía ser de otra manera, y como todo Gobierno totalitario eligió como amigos a lo peor de cada casa. No dudó en establecer alianzas estratégicas con todo aquel gobierno que vulnere derechos humanos alrededor del mundo.

Por último, en su despliegue totalitario ha decidido culminar su cacería de brujas con una persecución judicial a todo aquel que se manifieste contra él en las calles de Venezuela. De esta manera, la disidencia interna es anulada a través de la disuasión mediante constantes advertencias de castigo.

Sin pudor, abanderó un socialismo, al que denominó “Socialismo del siglo XXI”, que personifica todo aquello que nos dejó el del siglo XX: Miseria, hambre sometimiento y opresión.

Pero el tiempo pone y pondrá a cada uno en su lugar y no ha de faltar mucho para que veamos a Chávez en el banquillo de los dictadores. Muchos lo venimos diciendo desde hace bastante tiempo mientras otros se reían de sus “gracias” tomándolo como un tipo revolucionario, folclórico y pintoresco.

¿De qué se disfrazarán los progres caviar que durante todo este tiempo lo protegieron, ampararon, arroparon y jalearon? ¿De qué se disfrazarán estos cuando todas las fechorías del golpista venezolano queden al desnudo ante la metamorfósica opinión pública Occidental?

Sólo nos falta saber cuánto tiempo demorará la comunidad internacional en descubrir que los Golpes de Estado, al igual que los delitos en el derecho penal, pueden ser de ejecución continuada y que se pueden implantar utilizando las propias herramientas que les brinda la propia democracia a gobiernos elegidos a través del sufragio. Creo que cada vez es mayor el rechazo y la antipatía que provoca en la población mundial. Ya se le han visto las orejas al lobo.

Sólo el tiempo nos mostrará si los organismos internacionales encargados de velar por la democracia y el respeto por los derechos humanos en la región tendrán el coraje de reconocer el daño que su nada ingenua miopía ha causado a millones de venezolanos.

Artículo elaborado por Guillermo Hirschfeld.

http://www.libertaddigital.com

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