Llámelo guerra de una vez, Sr. Zapatero, es una exigencia que algunos consideran absurda y caprichosa y que otros creemos, sin embargo, esencial en el debate nacional e internacional sobre la guerra antiterrorista y a favor de la democracia. En la guerra de Irak o en la guerra de Zapatero, la de Afganistán. Y no sólo porque es inadmisible enviar a nuestros soldados a Afganistán con una justificación política tramposa y manipuladora. También, porque la política de Zapatero sobre Afganistán está demostrando, no sólo que su discurso y objetivos antiterroristas han sido un completo fracaso, y no me refiero sólo a ETA, sino que, en lo esencial, en los hechos, en la continuación de la guerra, Zapatero se ha plegado a la estrategia de Bush y a la de Aznar. La de la continuación de la guerra antiterrorista y el uso de la fuerza militar para imponer la democracia en Afganistán, lo llame como lo llame y lo tergiverse como lo tergiverse.
Afganistán, aunque no quiera recordarlo Zapatero, es parte esencial de la guerra contra el terror emprendida por EE.UU. tras el 11-S que ayer conmemoramos. Esa guerra que él y una parte importante de la izquierda europea consideraron una estrategia equivocada. Y a la que han opuesto alternativas como la Alianza de Civilizaciones y construcciones teóricas varias como la sociedad civil global de la líder intelectual Mary Kaldor. Propuestas pacifistas sustentadas en la eficacia del diálogo y la integración para acabar con el terrorismo y el fundamentalismo.
Y que han fracasado. Rotundamente. Zapatero ni siquiera habla ya de Alianza de Civilizaciones. Ni de diálogo con los terroristas. Entre otras cosas, porque su nuevo y admirado socio, Obama, usa el lenguaje de Bush y el de Aznar y no el suyo, el pacifista. El de la «guerra necesaria», la guerra de quien ahora continúa, a su pesar, el legado de Aznar.
Edurne Uriarte
Catedrática de Ciencia Política en la Universidad del País Vasco
www.abc.es
Nenhum comentário:
Postar um comentário