segunda-feira, 28 de setembro de 2009

Elogio de la libertad

«La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres». Cervantes lo escribió una vez y para siempre. Los cielos que perdemos cada día nos dan, a cambio de la erosión que provoca el paso del tiempo, ese bien precioso y preciado al que nadie puede ni debe renunciar: la libertad.

Gracias a la libertad podemos decirle al poderoso, de frente y por derecho, que se deje de pamplinas y se dedique a acometer la hercúlea tarea para la que el pueblo lo ha puesto ahí. Que deje de viajar de gañote con su familia como si el ejercicio del poder tuviera algo que ver con la realidad virtual de Disneylandia pasada por el estilo neogótico de la familia Adams. Que le pregunte al asalariado que ha perdido su empleo, al comerciante que ha perdido la clientela o al autónomo que ha perdido la esperanza, si les parece bien que en estos tiempos de crisis el dinero público se invierta en semejantes mangazos mientras la economía da miedo sin necesidad de disfraces progres. Que pregunte. Que se va a enterar de lo que es bueno...

Esta libertad está amenazada por la dictadura blanda de lo políticamente correcto, por ese pensamiento único que traza líneas que nos traen a la memoria, peligrosamente, las zanjas que entre unos y otros cavaron para convertir España en una dualidad irreconciliable. Ni dos Españas ni dos Andalucías. Aprendamos esa lección de una vez. No podemos caer en la trampa que tienden a cada momento los virtuosos del enfrentamiento sordo, los que sueñan con liquidar al adversario a través de su reclusión en un silencio vergonzante. En España hacen falta liberales. Ahora que estamos celebrando el centenario duplicado de la invasión gabacha, más Agustinas de Aragón y menos Pajines de Benidorm.

Hay que echar mano de la libertad para denunciar las prácticas del PRI que gobierna Andalucía, de ese Partido del Régimen Institucional que usa la Administración en su provecho, que mete miedo y pánico con las subvenciones que son pan para hoy y voto para mañana, y que encima se permite el lujo de repartir carnés de buenos y malos andaluces. Hay que decirle a Griñán, el primer presidente andaluz de la era digital tras el dedazo de Chaves, que deje de hacerse el diletante y que se ponga el mono de faena. En vez de escuchar los cantos de sirena de sus panegiristas a sueldo, que les eche un vistazo a las cifras del paro. Que también se va a enterar de lo que es bueno.

Libertad para esto, no para hacer fuegos de artificio ni para dejar la tinta en el reverso blanco de las naderías. Libertad como obligación ética e intelectual. Esta libertad es la que tanto molestaba a Lenin cuando Fernando de los Ríos le preguntó por su ausencia en el régimen comunista que hoy, al cabo de los años y de los crímenes, siguen defendiendo algunos rancios de la izquierda troglodita que pretenden darnos lecciones de democracia. Son los restos de un naufragio que se llevó consigo la vida de millones de seres humanos. Genocidios y campos de reeducación. Las que levanten el puño después de hacerse la manicura para posar en el Vogue que se lo piensen la próxima vez. Y que abran la mano al debate político, que eso es mucho más sano y conveniente.

Frente a ese frentismo, un desafío moral: soy liberal. ¿Está claro o lo repetimos? Tan liberal como el diario donde me forjé durante una década. Tan liberal como el periódico que hoy me abre el postigo de este recuadro que termina como empezó. Sigamos la senda de Cervantes y hagamos, con la modestia que nos devuelve el espejo, un elogio de la libertad.

Francisco Robles
www.abc.es

Nenhum comentário:

 
Locations of visitors to this page