sábado, 12 de setembro de 2009

Un tirano se pasea por España

El dictador venezolano Hugo Chávez ha hecho una rápida visita a España de vuelta del objetivo real de este viaje, llegar a acuerdos con la teocracia iraní. En el camino parece que haya intentado darse un barniz cultural, con sus visitas al Festival de Venecia y la madrileña Casa del Libro, quizá para intentar limpiar una imagen manchada con la sangre de la represión contra las revueltas por el fraude electoral. Pero ya no engaña a nadie; ni siquiera al Partido Demócrata estadounidense, cuyas cabezas pensantes ya empiezan a advertir de los riesgos de dejar a sus anchas a un personaje tan ambicioso, con tan pocos escrúpulos y con tan peligrosas relaciones.

Pero España es diferente, naturalmente. La visita de Chávez ha vuelto a poner de relieve la vocación antidemocrática y las mentiras del Gobierno de Zapatero. Preguntada por la razón por la que Zapatero "reciba a un dictador y un golpista como Chávez", De la Vega ha respondido que "el Gobierno mantiene relaciones políticas con todos los países de Iberoamérica, también con Venezuela". Falso. Hay un país con el que no sólo ha roto esas relaciones; nuestra diplomacia ha convencido al resto de la UE para hacer lo mismo. Es Honduras, una nación que ha sufrido recientemente un golpe de estado provocado por el intento de su presidente de convertirla en un satélite chavista.

¿Por qué tanto aprecio por la dictadura de Chávez y tanto desprecio por Honduras? Resulta difícil creer que sea producto de la preocupación del Gobierno por la democracia, pues eso no le ha impedido agasajar a la tiranía de los Castro o halagarle los oídos al gorila rojo. Parece más bien el producto de una política exterior que se limita a llevar fuera de nuestras fronteras los perjuicios ideológicos de Zapatero. El presidente quedó retratado cuando se desveló su promesa de aumentar la ayuda a Bolivia sólo si ganaba Evo Morales, pero antes y después demostró que su política consistía en apoyar a los gobiernos de izquierdas de todo el mundo y apaciguar a los países musulmanes. Ha convertido la política exterior de España en la política no ya de su partido, sino en la suya propia.

En este contexto resulta natural que a Chávez se lo reciba en Moncloa y Zarzuela con tantas atenciones y se procure no mencionar la enorme regresión que han sufrido las libertades en Venezuela. Encima tendremos que alegrarnos de que nadie haya vuelto a considerar "satisfactorio" el nivel de libertad de expresión en el país caribeño. Chávez ha cerrado Radio Caracas Televisión, está intentando censurar a Globovisión, ha revocado las licencias de 285 emisoras de radio e incluso se atrevió a secuestrar al periodista y entonces eurodiputado Luis Herrero por resultar incómodo al régimen. En aquel momento el Gobierno no sólo no condenó semejante ataque contra un representante electo de todos los españoles y un ciudadano de nuestro país, sino que incluso el PSOE se dedicó a criticarle abiertamente sin dirigirle ni la más mínima crítica al tirano.

En política exterior, como en casi todo lo demás, España ha dado no ya pasos, sino enormes saltos atrás desde que en 2004 Zapatero llegó al poder. La negativa de Bush a recibirle fue la expresión más gráfica de esta regresión, pero resulta casi una anécdota al lado de todos los demás cambios. Volver al corazón de Europa significó renunciar a defender los intereses españoles en la UE. Y en Latinoamérica pasamos de apoyar a Colombia en su lucha contra el terrorismo narco de las FARC a liderar un apaciguamento de la UE hacia Cuba y ponerse de lado de Chávez, Morales y los demás gobernantes que pretenden perpetuarse en el poder y convertir sus países en un erial socialista. Pero se ve que mientras el erial sea socialista, para Zapatero está bien.

Editorial de LD
www.libertaddigital.com

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